---:::---   Actualizado: 02-07-2012   ---:::---

 

José Cabañas GonzálezLA INVASIÓN FRANCESA EN LA COMARCA BAÑEZANAEl presente artículo corresponde al epígrafe de igual título del Capítulo I (Hacia la Primera República) del segundo volumen (LOS PROLEGOMENOS DE LA TRAGEDIA. La Segunda República y sus preámbulos en la comarca bañezana) de la obra LA BAÑEZA 1936. LA VORÁGINE DE JULIO (Golpe y represión en la comarca bañezana[1]), en el que actualmente trabajamos.

(ver índice del Volumen II)

=============================================================================                         Mayo - 2012                   


Desde mediados de mayo de 1808 se notó en Astorga la presencia de soldados españoles, prófugos y desertores en su mayoría, atendidos por la población con solícito cuidado y animados a perseverar en la lucha de liberación del invasor francés recién iniciada. En la ciudad maragata antes que a mitad de abril en León cundió la indignación por la abdicación de Carlos IV y se vitoreó al deseado Fernando VII, y allí se constituyó en junio la Junta de la que se invitó a formar parte a los pueblos del contorno, a los que se alentó a prestar los alojamientos y bagajes requeridos para sostener la resistencia, como los que suministraron desde el Ayuntamiento bañezano al ejército de Galicia a su paso en julio de 1808 por la villa, “a la bajada y a su vuelta al puerto de Manzanal y en los quince días que en ella permaneció la Tercera División de aquellas tropas”, cuyo resarcimiento por “los crecidos gastos de leña y aceite ocasionados para aprovisionarlas” reclamaban sus autoridades (Francisco Lozano entre ellas) en octubre del mismo año a la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino, y contra las que a su vez pleiteaba entre 1815 y 1819 Domingo de San Juan por los 4.226 reales que le debe el Concejo de La Bañeza por las fanegas de trigo que le llevaron de sus paneras para el suministro de las tropas francesas[2], un ejército sin intendencia, que avanzaba por ello más rápido y que se mantenía con los recursos del país conquistado, a cuya población arruinaba además de diezmarla (Astorga sufriría durante los años de aquella ocupación un brutal descenso de habitantes, pasando de 3.000 a 450)[3].     

Vuelto Napoleón a España con 200 mil infantes y 50 mil jinetes, marcha de Madrid al noroeste. Recala en Villalpando y arriba a Valderas, donde se hospeda por más de ocho días ocupando con su cuartel general la primera planta del Seminario y quemando el 28 de diciembre en su patio muchos documentos del rico archivo de la villa. Emprende desde allí una de las más grandes y penosas aventuras de aquella campaña, en la que pretendió alcanzar en una sola jornada y sobre los lodazales producidos por un aguacero glacial y persistente la ciudad astúrica a través de Benavente, llegando el día 31 a La Bañeza en una de las noches más lluviosas y sombrías de la travesía después de que las tropas hubieran de pasar cinco o seis veces, desnudos y con las armas y efectos sobre sus cabezas, los ríos que cruzaban su camino cuyos puentes habían destruido antes los angloportugueses perseguidos en su retirada hacia A Coruña.

En la entonces villa bañezana (importante nudo de comunicaciones que con frecuencia pasará de unos a otros contendientes) se guarecieron los franceses, maltrechos y extenuados, antes de proseguir camino a la sede episcopal, en la que en su permanencia cometieron excesos condenables; y en La Bañeza desplegaron destacamentos a la vez que en Astorga y Benavente; y desde ella avanzaron las columnas sobre Astorga, y a La Bañeza se replegaron después de no haber conseguido rendirla, vacía ya la población pues los bañezanos se habían sumado a los maragatos de la heroica ciudad para mejor y con más empuje resistir la arremetida de las águilas imperiales, lo que hicieron hasta el 1 de enero de 1809 en que Napoleón entra en Astorga (dominando con ello toda la provincia leonesa después de que el ejército inglés y los restos del español desde allí se hubieron retirado por el Manzanal y Foncebadón hacia Galicia) forzado huésped del prelado Martínez Jiménez y ocupando el viejo caserón del Palacio Episcopal, en el que sufrió un atentado que a punto estuvo de resultarle mortal y de cambiar el curso de la historia[4] (regresó el día 3 desde allí a Valladolid, donde recibiría más fácilmente los infaustos correos sobre la guerra en Europa), además de derrotarlas unos días después en una escaramuza en Puente de Órbigo.

Seis meses más tarde los soldados franceses, de regreso de Galicia, entran de nuevo en Astorga sometiéndola "por segunda vez al más horrible saqueo de las casas y templos, violencias y torpezas horrorosas”. El 26 de julio de 1809 la abandonan, pero no tardan en volver, y lo hacen el 9 de octubre en un ataque fracasado para rendir la ciudad sitiada, de la que salen unos mil infantes que desalojan el 25 de enero de 1810 a la caballería francesa que con 780 efectivos se hallaba en Puente Órbigo. Desde La Bañeza, ocupada por tres mil hombres, sitiaron con diez mil de nuevo Astorga en febrero de aquel año, sin que sus moradores se rindieran; al contrario, hostigaron a los sitiadores en su retirada una vez más a La Bañeza, desde donde el 21 de marzo retoman el cerco, una operación preliminar (que inician con el incendio del archivo catedralicio) para asegurarse plazas fuertes en León antes de emprender la invasión de Portugal, que durará hasta la honrosa capitulación de los sitiados el 23 de abril después de prolongada y brava resistencia, tras la cual a la bañezana villa del Órbigo y del Tuerto fueron conducidos sus derrotados y heroicos luchadores con el general Santocildes en cabeza, “los más hermosos soldados que se han visto”, en palabras del mariscal Junot, su vencedor, y de allí a Valladolid camino de Francia custodiados por el ejército francés, arribando al depósito de prisioneros de Macon en mayo del mismo año. Para los franceses la toma de Astorga era clave por su privilegiada situación estratégica camino de Galicia en su objetivo de afianzar la invasión de Portugal a fin de expulsar de allí al cuerpo expedicionario británico de Wellington.

 En septiembre de 1810, y mientras aquí continuaban soplando aires guerreros, nacieron las Cortes de Cádiz (las de la Constitución de 1812, una de las más avanzadas de la época, popularmente aclamada al grito de “Viva la Pepa” –aunque a la mujer no se le diera en ella arte ni parte-, cuyo eco aún perdura, y que establecía en su artículo 13 que “El objetivo del Gobierno es la felicidad de la nación”) como el primer parlamento representativo, y casi ya democrático, en el que se estableció la soberanía nacional, residente en el conjunto de ciudadanos libres; se generalizó el Servicio militar; se suprimió la Inquisición, y se forjaron derechos como el de libertad de expresión a cuyo amparo surgió el periodismo moderno; la prohibición de la tortura y del maltrato en las escuelas; la desamortización; la supresión del régimen señorial y la libertad de industria; e instituciones como las diputaciones (en 1813 se eligió la primera diputación leonesa), y en él y en sus sesiones fue de suma importancia la actividad de los siete parlamentarios leoneses intervinientes, de los cuales cinco representaban a las zonas de la montaña y noroeste provincial no dominadas entonces por los franceses, entre las que no se encontraban la ciudad de León (liberada en octubre de 1812) ni las tierras bañezanas y demás comarcas aledañas, sometidas y ocupadas como la mayor parte del país en aquella Guerra de Independencia larga y cruel que, como todas las guerras, representó un cierto avance en la situación de las mujeres, que alcanzaron un nuevo protagonismo en la esfera pública realizando tareas de aprovisionamiento y de organización de la resistencia, aunque la sociedad liberal del siglo XIX siguió siendo profundamente patriarcal y hasta la Segunda Republica no lograrán derechos políticos ni la adquisición de la igualdad[5].                                                                                                                             Seminario de Valderas. >>>>>>>>>>>>

 En junio de 1811 Santocildes, evadido de su cautiverio francés en octubre del año anterior, ocupó de nuevo Astorga evacuada por los franceses. La columna de tres mil soldados gabachos que desde La Bañeza había partido en exploración del camino a Ponferrada fue derrotada el día 23 en las orillas del Tuerto, en Cogorceros. En julio se libran pequeños combates, casi siempre favorables a las armas españolas: en los altos de San Roman el día 15, y el 26 en los campos bañezanos. En agosto del mismo año la vanguardia española del VI Ejército se hallaba en los lugares de San Martín de Torres y el puente de Cebrones (al mando de don Federico Castañón), en La Bañeza (la 3ª división a cargo del brigadier Cabrera) y en Puente Órbigo (la 2ª división mandada por el conde de Belveder, que alojaba en Astorga una reserva; tal vez aquí en estas u otras refriegas volaran los franceses dos arcos de aquel puente, un hecho que en el pueblo recoge la tradición oral pero que no hemos documentado en parte alguna) y en ellos, sin dejar de hostilizar al enemigo,  presentó el día 25 de aquel mes valiente resistencia a los ejércitos invasores el brigadier Cabrera, soportando el avance y la briosa acometida de sus lanceros sobre la división alojada en La Bañeza sin replegarse hasta haber recibido orden de hacerlo en Castrocontrigo y desde allí en Puebla de Sanabria,  antes de que “en la tarde del mismo día atacaran los franceses a la vanguardia y la 2ª división, las cuales se enderezaron al punto de Castrillo, para unirse con la reserva y tomar el día 26, junto a la restante división, la ruta de Foncebadón”[6], mientras la ciudad episcopal es tomada de nuevo por los galos.

Sitiado una vez más el bastión maragato en junio de 1812, ahora por los españoles (que impiden que las tropas asediadas pudieran reforzar al ejército francés en los Arapiles salmantinos, contribuyendo así a que perdiera tan importante batalla, inicio de su declive militar en España y en Europa), es rendido por éstos en agosto, y tras su toma (la primera capital provincial –era cabeza de prefectura, según la administración francesa- recuperada al invasor), después de que los astorganos tuvieran ocasión de elegir por primera vez alcalde y ayuntamiento constitucional[7], se retiran minándola y volando parte de sus murallas y fortificaciones para evitar que se volvieran a utilizar como baluartes de plaza fuerte conquistada. Efecto seguramente de las voladuras de entonces son parte de los escombros del castillo de los marqueses de Astorga cuyos restos aún se muestran en la litografía que se indica como de Denon, Madrid, en 1837[8].  

<<<<<<<<<<<<<<<<        Alegoría de la Constitución de 1812. 

El sitio de la importante plaza (por su estratégica posición para los franceses –hasta el punto de haberle otorgado la capitalidad de León- y para los españoles como punto en el que aislar a las tropas invasoras de Asturias de las de la Meseta) se había prolongado durante 67 días, y la rendición de los asediados, mejor pertrechados que los sitiadores, “mal abastecidos por la penuria que sufría el país”, se produjo por hambre cuando las tropas galas de auxilio se hallaban a unas ocho horas de alcanzar Astorga, lo que desconocían los sitiados, creedores de que no les llegarían los refuerzos. “Más asedio que sitio”, dirá Santocildes, capitulador en abril de 1810 y junto al también general Castaños su rendidor ahora, en el que dada la falta de caballería y artillería del VI Ejército presentaba el sitiado (contra toda regla de ataque) mayor número de piezas y de munición y de mayor calibre que el sitiador, lo que le obligó a un fuego lento y a utilizar “cuantas municiones se podían recoger de las que disparaba el enemigo”, a la imposibilidad de usar “granadas para incomodar a la tropa ocupante, pues el daño recaería en los infelices españoles moradores de la ciudad”, y a optar por “las trincheras como medio de acercarse a los muros que cobijaban a los franceses, desalojándolos por ataques bruscos de todos los puntos exteriores, exceptuando los reductos, e iniciando la mina contra el recinto de la plaza” hasta conseguir entrar en ella[9] y rendir las tropas que la defendían haciendo numerosos prisioneros, con los que (como ya se hiciera en 1810 rompiendo la promesa de Junot) no se respetó la palabra dada por Castaños, siendo (al igual que entonces los vencidos españoles) maltratados e incluso asesinados[10].

En septiembre españoles y británicos arrollan a los franceses hasta Burgos, pero el invierno y una contundente contraofensiva de los invasores los hacen retroceder de nuevo a Astorga, que volvió a sufrir el cerco francés y los horrores de la guerra y las calamidades del hambre hasta la capitulación esta vez de los sitiadores. Hasta cinco veces volverían los franceses, la mayor parte de ellas a practicar exacciones a su vecindario, y hacia aquella ciudad adelantó su vanguardia la guarnición francesa de La Bañeza y a Astorga volvió de nuevo a retirarse para permanecer acantonada hasta mayo de 1813 en que, falta la plaza de gran parte de sus muros y fortines y mermado su valor estratégico por ello, definitivamente la abandonan[11].

Esquilmados y resistentes.-                                                                                                                                                                Restos del castillo de Astorga.       >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>

La guerra, la destrucción de las cosechas y la escasez de productos provocaron un ciclo inflacionario en las economías locales, atravesado por la constante presión fiscal sobre los pueblos (sus cargas recayeron en su mayor parte sobre los campesinos y los propietarios, sometidos a los abusos de todos los contendientes, a los cuales fue preciso aprovisionar por imperativo de las circunstancias, pues no hacerlo podía suponer la pena capital para quien se negara) y por las malas cosechas y los campos abandonados por la falta de hombres, a los que se sumaron las epidemias, la miseria y el hambre. Vivirla en medio de la inseguridad que trajo la muerte y el caos y alteró lo cotidiano fue una heroicidad para los más desfavorecidos. Los víveres, los acantonamientos de soldados, las requisas y los suministros fueron continuos, junto a otros atropellos y violencias. Se incrementaron las separaciones matrimoniales y creció el número de hijos ilegítimos, la cohabitación de personas no casadas y el adulterio. En definitiva, aquellas hostilidades introdujeron en España un tímido proceso de secularización y una cierta relajación de las costumbres. Produjeron también un descenso de la población, excepción y quiebra del progresivo aumento que se venía dando desde 1630 y que se retoma a partir de 1826, influenciado, al menos para la Valdería, por la mejora alimenticia que por aquellos años supuso la extensión del consumo masivo de la patata que, procedente de Galicia, penetra por El Bierzo para asentarse en las tierras bañezanas.

Supuso aquella guerra privaciones, calamidades y hambrunas por doquier, producto muchas veces de las obligadas contribuciones que las poblaciones y sus vecinos habían de hacer para el sostenimiento y la manutención de las tropas extranjeras, como las que se impusieron a la villa de Castrocalbón y sus contornos ya en 1807 “para sufragar los gastos de la guerra”[12], y a finales de febrero y principios de marzo de 1809, en dos fases, de aprovisionar y remitir a los almacenes de Astorga diversas cantidades (en fanegas, arrobas o libras) de trigo, centeno, cebada, legumbres secas, carbón, arroz, paja, 30 bueyes, 60 carneros, y 300 carros de leña seca[13], o de las que se descubren ahora numerosos recibos fechados en 1810 y 1812, y evidentemente no cobrados, del invasor francés en el pueblo de Vecilla de la Vega[14], y para la reparación de los destrozos como el causado en el puente de Cacabelos, o en el de la Vizana por los ingleses al dinamitar uno de sus arcos[15]. El último, “cortado tras su paso por el mismo por quienes se supone que habían venido como auxiliadores en la Guerra de la Independencia, se hallaba aún en 1900 arreglado con maderas”[16].

Según los comprobantes o talones fechados en Arrabalde el 24 de septiembre de 1809 y el 10 de enero de 1810, habría recibido “Alberto Fernández, empleado del ramo de provisiones de la 3ª División, al mando del General don Francisco Ballesteros, 17 arrobas y 22 libras para el consumo de la tropa” en la primera fecha, y en la segunda “el Comandante en Jefe don José Gamboa de Velasco y Gómez de la Vega, General en Jefe de la 4ª División, recibió de la Justicia de San Esteban de Nogales, 10 varas de estopa que le corresponden a este pueblo para la lucha contra los franceses”, a la vez que la misma autoridad entregaba “al Ejército de Astorga en su paso por este lugar en auxilio y lucha con las tropas francesas 7 cargas y media de centeno”[17]. También se descubrió en los años 20 del pasado siglo (al parecer, y por lo que cuentan desde la actual dehesa de Hinojo) en las proximidades del Puente Paulón el cadáver semimomificado de un hombre vestido con el uniforme de oficial de Dragones del ejército francés, vestigio y producto seguramente de alguna de las abundantes escaramuzas que por estas tierras se libraron.   

<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<         Voluntarios de León junto a Santocildes.

Por aquellos años, los de 1808 a 1812, la ruta Alija-La Bañeza-Astorga era un ir y venir de tropas españolas y francesas (también inglesas, como las que incendiaron el primer pueblo y su castillo en su retirada hacia Galicia a finales de 1808); tal tráfico de gentes en armas necesitó abastecerse de alimentos y pertrechos, y nuestros pueblos fueron sometidos a medidas confiscatorias y esquilmados con frecuencia de sus granos y dineros y sus moradores de leña, alhajas y animales, lo que causaba no poco temor, que hacía que, por ejemplo, en 1809 el cura de Fuente Encalada enterrara en el suelo de la iglesia casi 30.000 reales para que no se los apropiaran las tropas francesas (que fueron robados, parece que no por los invasores). Todavía en 1846 desde Castrocalbón se reclamaba lo suministrado “en bienes raíces, efectos y caballerías” (a las tropas españolas en este caso) en distintas épocas de aquella guerra[18].  

En el lugar de Jiménez de Jamuz se alojaron durante dos meses soldados franceses de a caballo que obligaron a las autoridades a entregarles a ellos y a sus “comisionados para buscar y rapiñar” tanto los de los particulares como los de la iglesia parroquial. Después, llegada la paz, el párroco de aquella iglesia “que no era la más necesitada” al decir de los vecinos que recurren en 1817 ante el obispado, pretendió que aquéllos y el Concejo le abonasen los cereales y el metálico requisados antaño por las tropas, para ampliar con ellos el templo parroquial. Les perdonó la diócesis un tercio de aquella deuda (impuesta y de terceros) a cambio del acarreo de los materiales para la obra que agrandaría la iglesia del pueblo, iniciada en el invierno de 1818 con la cimentación que iba a sustentar el nuevo y mayor templo cuya construcción se proseguiría en años venideros, lo que no sucedió, de modo que, reducidos los destinados a ser nuevos cimientos a muro circundante de la vieja iglesia, se rellenó años después aquel recinto (en 1836-1837) para fijar en él definitivamente el cementerio parroquial después del decreto que en 1832 y para aminorar la mortandad causada por el cólera prohibió seguir enterrando en las iglesias y demás recintos sacros[19], el camposanto que estuvo en uso hasta 1932 y que en 1936 sería objeto de litigio con las autoridades municipales republicanas a cuenta de su deplorable estado[20]. En torno a 1833 se construyó en la carretera de Asturias el primer cementerio municipal con el que contó la ciudad de León, usado también hasta 1932, en que se abre el actual de Puente Castro[21]

Las autoridades locales y los pueblos de la comarca colaboraban con el ejército español y sus aliados ingleses y contra los franceses, uno de cuyos comandantes, Goyón, instalado en La Bañeza, dispuso que allí fueran conducidos los prisioneros enemigos y sus efectos dispersos por los lugares de aquella jurisdicción[22]. Contra aquella ocupación extranjera se dio una resistencia que marcaría el inicio de las dos Españas (precursoras de las machadianas, progresista la una y conservadora la otra –que gritará en 1814 “Vivan las Cadenas”-, que se disputarán el favor del pueblo y el gobierno del país desde entonces)[23] y que se manifestó también en la comarca, la más fuerte y sonada la de la partida guerrillera del bañezano Juan Antonio González Menéndez, que terminó ingresando en el Regimiento de Voluntarios de León, y quien en La Vizana, en las sierras de Castrocalbón y San Esteban de Nogales, o en los encinares de Castrotierra y Riego de la Vega, mantuvo en jaque a las fuerzas napoleónicas, hostigándolas a veces hasta Astorga en numerosas acciones de guerra, en una de las cuales fue hecho prisionero y trasladado a un campo de concentración en Francia, del que huyó en un periplo que lo llevó a Gante y a Bruselas hasta 1814 en que regresa a La Bañeza para  casarse con Antonia Ugidos y ser años después (como más tarde su hijo) magnífico y ejemplar regidor de la villa[24]

La invasión napoleónica de 1808, pese a suponer una carga para los bañezanos al tener que alimentar y suministrar a los franceses, trajo aires de libertad y cambios económicos que permitieron entrever un futuro favorable para la villa y su comarca, aunque tuviera inmediatos efectos negativos en el saqueo del patrimonio artístico y documental de iglesias y monasterios, como ocurrió ya en 1807 con el de Nogales (desvalijado por las tropas napoleónicas y por los lugareños)[25], con la quema y destrucción de San Pedro de Périx, que había sido uno de los núcleos fundacionales de la capitalidad comarcana, y con la incautación del bañezano convento del Carmen, restituido a sus monjes titulares en 1814. A su final, la España anhelada por los liberales, capaz de modernizar el país con la legislación emanada de las Cortes gaditanas y la Constitución de 1812, desapareció del mapa con el golpe de Estado de Fernando VII en mayo de 1814, y después, el exilio y la represión de afrancesados y progresistas impulsaron lo que ya era y seguiría siendo una constante en la historia contemporánea del país.

Aún holló al poco nuestros campos otra fuerza armada: cuando en marzo de 1823 el cabecilla Domingo López ocupó Astorga con una partida de 70 hombres que venían como vanguardia del general portugués realista Silveyra, quien atravesando desde Puebla de Sanabria tierras bañezanas se dirigió a León, donde solo estuvo un día, para desde allí, en abril y con ayuda de la guerrilla del cura Merino, tomar Palencia[26].                                                                                                                        Iglesia parroquial de Jiménez de Jamuz.    >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>


[1] CABAÑAS GONZÁLEZ, José. La Bañeza 1936. La vorágine de julio. Volumen I. León. 2010. Ediciones del Lobo Sapiens, es la referencia del primer volumen, ya publicado.

[2] Según expedientes del Archivo Histórico Nacional y del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. (Consultables en PARES).-  Los “Héroes Leoneses”, con el coronel Luis de Sosa a la cabeza, fueron el 24 de abril en León los primeros en España en sublevarse contra las tropas de Napoleón. 

[3] DOMINGO, Alberto. “La ciudad que cambió la suerte de la guerra”. Diario de León. 28-04-2012. (Citando a Arsenio García Fuertes).

[4] ALONSO LUENGO, Luís. “Un suceso verídico, casi desconocido: Napoleón en Astorga: De cómo estuvo a punto de ser asesinado. Detalles del atentado”. Guerra de la Independencia Española. 1808-1814. (www.1808-1814.org).

[5] GAITERO, Ana. “León desempolva la herencia histórica de las Cortes de Cádiz en su bicentenario”, Diario de León, 12-07-2010.- FERNÁNDEZ, Fulgencio. ‘‘Caneja fue el gran defensor de la libertad de prensa’’, La Crónica de León, 20-07-2010, noticiando el Curso de Verano de la ULE “Entre la reforma y la revolución: las Cortes de Cádiz y su tiempo” (20/23-07-2010).

[6] EL CONDE DE TORENO. Historia del levantamiento, guerra y revolución de España. Tomo Tercero. París. Librería Europea de Baudry. 1838, pp. 2,3.

[7] “Un hito militar y el camino a la democracia”. Diario de León. 08-03-2012. Con ocasión de la presentación del libro de Arsenio García Fuertes El Sitio de Astorga de 1812. Una ofensiva para la victoria. Centro de Estudios Astorganos Marcelo Macías. 2012.

[8] No habría sido afectado durante la primera y segunda defensa de Astorga, en los años 1809 y 1810. El decreto de la Regencia del Reino de 1811, para demoler todas las fortificaciones interiores, dictado antes del tercer asedio de 1812, le afectó de forma importante, salvándose únicamente la fachada, dada su gran belleza, para desaparecer definitivamente en agosto de 1872 dejando sitio a una plaza de toros. (ALONSO GARCÍA, Fernando. “Pequeña historia del Castillo de Astorga”.  El Faro Astorgano. 1997. Un grabado de su definitivo derribamiento se publicó en una colección de postales a cargo de Edición y fotos, J. Bueno y en el número del 16-12-1872 de la revista La ilustración española y americana.

<<<<<<<<<<<<<<<<<<     Ruinas del convento bañezano del Carmen.

[9] DOMINGO, Alberto. Ibídem.

[10] DOMINGO, Alberto. “Una victoria sin placa en el salón de plenos”. Diario de León. 30-04-2012. (Citando a Martín Martínez).

[11] PARAMIO TERUELO, José Miguel. (2009). Historia de Nogarejas. Apuntes para la historia del Ayuntamiento de Castrocontrigo. La Mancomunidad Resinera de Nogarejas, Castrocontrigo y Pinilla. León. Ediciones del Lobo Sapiens,  p. 259.

[12] TURRADO BARRIO, J. Argimiro. (2005). La Valdería en la historia. León, pp. 107, 230.

[13] FERNÁNDEZ NUÑEZ, Manuel F., Apuntes para la historia del Partido Judicial de La Bañeza. (1919), pp. 158-171. (El oficio de aprovisionamiento obligado a Castrocalbón le es facilitado por Nicolás Benavides Moro, entonces Comandante de Estado Mayor). SANTOCILDES, José María de. Resumen histórico de los ataques, sitio y rendición de Astorga. (1815). Madrid. Imprenta Real. GARCÍA FUERTES, Arsenio. “Crónicas de la Independencia (I, II y III)”. Revista Argutorio. 4, 5 y 6. (2000, 2001).

[14] ALMANZA, Maite. “Tres pedanías de Soto conservan el Catastro de Ensenada, del siglo XVIII. La digitalización de los fondos municipales permite hallar documentos que prueban que los vecinos alimentaron al ejército francés en la Guerra de la Independencia”. Diario de León, 22-07-2010.

[15] CADIÑANOS BARDECI, Inocencio. “Puentes de León”, Tierras de León. Nº 111-112. (08-2000 / 05-2001).

[16] DE LA RADA Y DELGADO, J. de Dios. “Noticias acerca del hallazgo del Mosaico de Hylas”. Boletín de la Real Academia de la Historia. 04-05-1900. (en Biblioteca Cervantes virtual), p. 420. En 1825 y en los años siguientes la persistencia de su destrozo era causa de desvío por Pobladura del Valle y hacia La Bañeza de la Cañada Real que cruzaba el Órbigo por dicho puente.

[17] Según expone VILLAR, Onésimo en su web Poblado: museodearrabalde (26-11-2009), citando a COLINAS LOBATO, José Dionisio, Real Monasterio de Santa María de Nogales. León. Instituto Leonés de Cultura, 2006, y VILLAR HIDALGO, Ursino. Alija del Infantado. Ediciones U.V.H. 1989.

[18] TURRADO BARRIO, J. Argimiro. Ibídem, pp. 230, 231.

[19] Tal decreto originó el nacimiento de los nuevos cementerios extramuros de los recintos sagrados (ALONSO ÁLVAREZ, Pedro (1997). Jiménez de Jamuz. Su historia. León. Ilmo. Ayuntamiento de Santa Elena de Jamuz (León), pp.  108-118].  

[20] CABAÑAS GONZÁLEZ, José. “Nuestros munícipes de antaño. 1930-1931, 1932, 1936”. Revista Jamuz, nº 86, 87, 92,  y en Otoño del 36. La represión franquista en Jiménez de Jamuz (León). www.jiminiegos36.com

[21] SERRANO LASO, Manuel. “El cementerio de León en el siglo XIX”. Revista Tierras de León. nº 77-78. (1990).

[22] TURRADO BARRIO, J. Argimiro. Ibídem, p. 230.

[23] GUITART RIBAS, Marc. El cop d’estat del 18 de juliol del 1936. Valls. Cossetània Edicions. (2011), p. 5. DE JUANA, Jesús. “La guerra que nunca existió”. La Región. 04-08-2011.

[24] BLANCO GONZÁLEZ, Conrado (1999). Capiteles para la historia bañezana. II. La Bañeza. Ediciones del Curueño. Monte Riego Ediciones, pp. 87, 88.

[25] TURRADO BARRIO, J. Argimiro. Ibídem, p. 86.

[26] MADOZ, Pascual. (1845). Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madrid, p. 56. GONZÁLEZ GALLEGO, Isidoro. “El enfrentamiento Liberalismo-Absolutismo en Portugal y España”. (Unas coplas populares, de 1823, dan a conocer un episodio desconocido: la toma de Palencia por un ejército portugués). Revista População e Sociedade, n.º 8. (2000). La ocupación de León por los realistas portugueses se habría producido el 19 de abril, según CARANTOÑA ÁLVAREZ, Francisco (coord.) (1999). Historia de León. Volumen IV. León. Diario de León. Universidad de León, p. 495.


Pies de imagen de las ilustraciones.-

1 y 9.- Alzados de la entrada y capilla según el "Plano de los Cementerios y Capillas que pueden establecerse en los extramuros de las Poblaciones". 1800.

2.-

3.- Seminario de Valderas. La provincia de León. (Guía general). José Mourille López. 1928.

4.- Alegoría de la Constitución de 1812. Grabado anónimo de la época.

4.- Restos del castillo de Astorga. Lit. de Denón. Madrid. 1837.

6.- Voluntarios de León junto a Santocildes. Lámina de Francisco Vela Santiago incluida en el libro El sitio de Astorga de 1812. Una ofensiva para la victoria, de Arsenio Fuertes.

7.- Iglesia parroquial de Jiménez de Jamuz. Se aprecia el muro destinado a su ampliación que circundaría después el cementerio. (Dibujo de Porfirio Gordón).

8.- Ruinas del convento bañezano del Carmen. Crónica contemporánea de León. La Crónica 16 de León. 1991.


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