José Cabañas González junio de 2005
Largos años llevamos indagando y tratando de saber del final y destino de los 14 asesinados y desaparecidos (mi abuelo materno, Domitilo González Lobato, entre ellos) de nuestro pueblo en fechas inmediatas a la del 20 de septiembre de 1936. De los que como ellos fueron ejecutados sin ley ni dios ni justicia mes y medio más tarde, algo que nos alumbra siquiera sea escasamente su fin y el lugar en que acabaron, hemos conseguido conocer.
Iniciamos en su momento la búsqueda partiendo de los nebulosos y escuetos datos que la difusión oral, tornada ya en leyenda, nos había legado, cuales eran haber sido trasladados a San Marcos de León desde el pueblo y haber terminado "fusilados en el Monte de San Isidro". Destacado lugar representaba en la leyenda la odisea de Juan Sanjuán Sanjuán, conocido como "Quinto", a quien se atribuía haber sobrevivido a su fusilamiento.
A lo largo de este tiempo de pesquisas hemos ido obteniendo informaciones y datos, muchos aportados muy generosamente por personas con las que hemos contraído una deuda de gratitud por ello, que a la vez que, por desgracia, no arrojaban definitiva claridad a nuestra particular indagación nos iban situando en disposición de visualizar una somera panorámica de lo que fue en la comarca de la que nuestro pueblo forma parte la represión franquista que siguió al triunfo del golpe militar de julio del 36. Algunos de los postulados recogidos como ciertos de la oralidad transmitida, como el añadido en La Bañeza de Pablo Martínez Ferrero, marido de nuestra Lupe, acompañando a los nuestros a León y en su destino, fueron ya revisados y resituados a la luz de aquellos datos[1], como incorporado fue el de conocer que, por el contrario, si se les unió allí en suerte y paradero (también hasta hoy desconocidos) el bañezano Valentín Fernández González, quien ya había sido buscado al inicio de la imposición de los rebeldes (ignoramos si también entonces detenido) por haber participado en la legal y legítimamente establecida requisa[2] de armas y municiones a los afectos y partidarios de la sublevación días más tarde triunfante.
Una recapitulación de lo que hoy conocemos nos sitúa en la fecha del 17 o 18 de septiembre, en la que habría sido detenido y conducido al antiguo Cuartel de la Guardia Civil[3] de La Bañeza Francisco Bolaños Alonso, quien no acompañaría en su martirio al resto de desaparecidos de nuestro pueblo puesto que algunos otros apresados el día 20 con Agustín Fernández García cuentan haberlo visto allí, brutalmente torturado, en estas fechas. Este último, Agustín, tampoco habría sido asesinado con el grueso de nuestros mártires, y pudiera ser él quien aparece como José Fernández García en algún listado de desaparecidos bañezanos.
Tres eran los lugares de detención entonces operativos en La Bañeza: la Prisión del Partido, construida en el siglo XIX y establecida como Depósito Municipal con las humanitarias reformas penitenciarias de la República; el Cuartelillo de Falange, ubicado en un edificio incautado de la Calle de la Verdura que había sido antes prostíbulo, y el viejo Cuartel de la Benemérita. Conociendo hoy la existencia de diversas fosas comunes[4] diseminadas por un amplio espacio de nuestra cercana geografía en las que habrían terminado sus días un extenso número de apresados en estas ergástulas bañezanas, como son las tres de Pinilla de la Valdería, las que habría en los Pinares de Nogarejas y en otros lugares de la Valduerna, o las que podría haber en la llamada Finca del Hinojo (del Marques de Esteva de las Delicias) o en la carretera de Villalís, y las que hay, en la zona de Valderas y Mayorga, en Izagre, Albires, Villafer, Campazas, Saludes y Maire de Castroponce, Audanzas del Valle y La Cenia, pudiéramos concluir que se daría en los verdugos una determinada disposición o querencia en la elección del Gólgota de sus víctimas según el concreto lugar de reclusión del que las tomaban. De acuerdo con lo que hoy sabemos, a los últimos parajes, desperdigados por la confluencia de las tierras de Valladolid y Zamora con las del sur de León, eran frecuentemente destinados quienes hasta entonces penaban en la Cárcel del Partido.
Centrados en esta concreta geografía, advertimos hoy también como algunos de los falangistas ejecutores de las "labores de pacificación" y los "servicios de limpieza" que en La Bañeza y su comarca se les encomendaban, y que prestaban además el de guardia los fines de semana en la Prisión (aumentando entonces con su brutalidad los ya habitualmente enormes y crueles padecimientos de los allí recluidos) eran naturales o vecinos de algunos de los pueblos de la misma[5], y cabe suponer que aprovechaban el conocimiento que de sus predios tenían en la elección del lugar de las matanzas.
Por lo que respecta a nuestros desaparecidos, hemos tenido ocasión de verificar por medio del testimonio de quien con él convivió en Asturias en el verano de 1937 la certeza de, tal como narraba su leyenda, la supervivencia de Juan Sanjuán a su fusilamiento. El singular personaje, Gabriel González, que así lo testifica (de leyenda son también sus avatares en la guerra: enrolado junto a otros jóvenes bañezanos con los mineros a su regreso a Asturias; combatiente con el Batallón Máximo Gorki en el frente asturiano, y en Bilbao y Santander; evacuado desde Gijón a Burdeos –Francia- en el barco carbonero Josemarfi a su caída, para volver por Cataluña y seguir peleando por la República en Teruel, Extremadura y finalmente Madrid; Oficial y Comisario en el Ejercito Popular Republicano hasta el fin de la contienda; prisionero en los Campos de Concentración de Franco, de los que contra pronóstico por sus cargos y pasado, salió ileso) habiendo entonces compartido con Juan unidad de combate, nos traslada el relato de éste de "haber sido amarrados con alambre a un enrejado"[6], y haberse salvado de la muerte cuando, "herido en la ejecución, escapó saltando la tapia de un cementerio".
Continuando con la peripecia de Juan Sanjuán (quien había militado en las Juventudes Socialistas de nuestro pueblo e integrado la Guardia Municipal nombrada el 19 de julio del 36 para mantener aquí el orden constitucional republicano), una casual coincidencia acaecida en marzo de 1955 nos proporciona el muy cercano testimonio según el cual habría sido recogido malherido en los campos de San Adrián del Valle[7] por dos muchachas, hermanas, que en ellos cuidaban del ganado. Escondido, alimentado y curado durante unos días, una vez que el padre de sus samaritanas, enterado por éstas, le impone del riesgo que por ayudarle corren, abandona su escondrijo y se dirige a Asturias, donde al cabo arriba, a juzgar por el testimonio de Gabriel.
A la vista de los anteriores datos, que vienen a constituir el retazo de la visión de conjunto que los mismos nos permiten alcanzar hoy, estaríamos en disposición, interrelacionándolos, de elaborar una nueva hipótesis, otra diferente conjetura, que pudiera responder con mayores visos de verosimilitud al interrogante de lo ocurrido entonces con nuestros desaparecidos. La nueva presunción desecharía la inicial premisa que siempre dimos por válida, porque así siempre se nos dijo, y que condicionó toda ulterior indagación, la de "haber sido fusilados en San Isidro", ya que esta no cuadra con las certezas de los testimonios sobre San Adrián y de Gabriel: quienes entonces sentían su vida amenazada (como era el caso de los que por milagro no le había terminado de ser arrebatada) se dirigían no al sur, sino a la salvación asturiana del norte resistente y leal, y podría, con todas las cautelas que como tal conjetura requiere, formularse del siguiente modo:
En la anochecida del día 19 de septiembre, sábado, son en nuestro pueblo sacados de sus casas 12 de sus vecinos[8]; entre sus captores figuraba quien era capataz de la Finca del Hinojo. En el trayecto a La Bañeza, a la altura del Camino Maragatos, se les evade Manuel Sanjuán Fernández[9]. Es previsible que en la cercana villa se les condujera a la Prisión del Partido, donde, por ser como era sábado, estarían cumpliendo sus servicios de guardia algunos falangistas, tal vez también los naturales de Saludes de Castroponce o de Audanzas del Valle; aquí desde luego es añadido a la doliente cuerda el vecino del lugar Valentín Fernández. Carecemos de datos que nos permitan establecer si desde este Depósito Municipal el grupo de los nuestros con el bañezano incorporado se mantiene junto o es dividido; cabría la posibilidad, en el segundo supuesto, de que con algunos de ellos se continuara hasta San Marcos, lo que vendría a hacer compatible, de haber así acontecido, la narración clásica del martirio en San Isidro con la nueva hipótesis que ahora tratamos de asentar.
En cualquier caso, y a la luz de la panorámica que el engarce de los diferentes cabos señalados y las poliédricas piezas del mosaico nos permiten trazar hoy, no es aventurado suponer que desde la Cárcel de La Bañeza, esa misma noche o madrugada, al menos Juan Sanjuán y, previsiblemente, los demás del grupo jiminiego o parte de ellos habrían sido conducidos a algún lugar de la zona de "querencia" de quienes en ella tenían su particular almacén de vidas sobre las que disponer, cercano al término de San Adrián del Valle donde más tarde Juan aparece, y allí, amarrados primero con alambres a una reja, habrían sido fusilados contra la tapia de un cementerio. Sus restos, si así hubiera ocurrido, habrían terminado poblando alguna de las abundantes fosas comunes que jalonan aquel territorio.
Lo conjeturado, sin dejar de ser tal, nos parece plausible con arreglo a lo que ahora conocemos. No es, por lo uno y por lo otro y en tanto no obtengamos datos que afiancen y definitivamente avalen nuestra hipótesis, más que otra suposición, con mayor o menor verosimilitud, en el vacío de certidumbres que sobre el final, el destino y el paradero de nuestros desaparecidos padecemos, los cuales habrán de continuar ostentando esta particular categoría en el variado y extenso catálogo de víctimas del franquismo mientras el desconocimiento de aquellos extremos se mantenga.
Ourense, junio de 2005.
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[1] Pablo Martínez Ferrero, bañezano casado con Lupe, de Jiménez de Jamuz, participó en La Bañeza en la Milicia Republicana que requisó armas a derechistas, entregando las que después le fueron requeridas. Por ello fue juzgado en Consejo de Guerra en León en diciembre de 1936 con otros 44 bañezanos que integraron aquella, y fusilado e inhumado en Puente Castro con 16 de aquellos el 18 de febrero del 37.
[2] Valentín y Pablo (“paseado” uno y fusilado el otro) ilustran en La Bañeza la que fue en los primeros meses y en todos los lugares sistemática y desproporcionada respuesta de los vencedores a las incautaciones republicanas de los días decisivos: todos cuantos participaron en ellas fueron entonces, de un modo u otro, aniquilados.
[3] Situado al lado del que es hoy comercio de Eulogio Crespo. El nuevo Cuartel, reclamado desde el Ayuntamiento en el año 34 y construido por suscripción popular en terrenos cedidos por aquel, se inauguraría en mayo de 1937.
[4] Algunas de ellas concreta y detalladamente ubicadas. De otras conocemos también las identidades de quienes las ocupan.
[5] En el Sumario sobre el que trabajamos en nuestra anterior colaboración “Metodología del Paseo” (JAMUZ nº 78- Invierno 2004) se acredita tal detalle, así como sus filiaciones y la extremada juventud de algunos de ellos.
[6] Encontramos con abundante y macabra frecuencia en los relatos de la represión franquista, en nuestra tierra y fuera de ella, la constante de las ataduras con alambre de sus infortunadas víctimas mortales.
[7] Uno más de los lugares que forman parte del enclave geográfico antes señalado como de “querencia” de los victimarios de la Prisión bañezana del Partido.
[8] El día 19: Simón Bolaños González, Francisco De Blas Fernández, Salvador De Blas Peñín, José Estravís Vidal, Domitilo González Lobato, Miguel Mateos Cela, Rafael Mateos Cela, Francisco Martínez Vivas, Pedro Pastor Blanco, Juan Sanjuán Sanjuán, Ángel Vidal Pastor, y Manuel Sanjuán Fernández. El día 17 ó 18 había sido detenido Francisco Bolaños Alonso, y el 20 lo fue Agustín Fernández García. En la noche del 8 al 9 de noviembre fueron apresados y asesinados en Villamañán Crestencio González Pérez y Rafael Mateos Martínez. A mediados de noviembre apresaron en Arrabalde y asesinaron en Villafer a Primitivo Posada Ríos. Todos ellos son nuestros desaparecidos del 36.
[9] Creemos que su fuga fue permitida por considerar los verdugos que en su caso la paliza propinada y el mortal susto de la detención le bastaban como escarmiento.
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* Las imágenes proceden de las colecciones de grabados y estampas de Castelao, Galicia Mártir y Atila en Galicia.