José Cabañas González noviembre de 2003.
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Habiendo realizado en nuestro pueblo, Jiménez de Jamuz, con notable éxito por cierto, el pasado 20 de septiembre el Homenaje a nuestros represaliados de 1936 y a todas las víctimas de la violencia en nuestro municipio, y habiendo alcanzado alta satisfacción por cuanto al cumplimiento de los principales objetivos del mismo se refiere, (aportar reconocimiento y consuelo a los familiares de aquéllos e interesar a todos en el conocimiento de este aciago capítulo de nuestra historia); culminado además el empeño de erigir desde la iniciativa de los descendientes del grupo de los 17 “paseados” una lápida en nuestro cementerio[1] que nos recuerda su fecundo sacrificio y nos ha permitido depositar ante ella en la pasada fecha de Los Santos y por vez primera después de los 67 años trascurridos desde su masacre una oración o una flor en su memoria, aportamos algunas novedosas informaciones a ellos referidas, fruto de nuestras últimas indagaciones:
Por lo que se refiere a nuestros desaparecidos de septiembre del 36, después de haber consultado en los Archivos Militares de Guadalajara y Ávila; en los de Ferrol, Oviedo, Pontevedra y Logroño más recientemente; en los Registros Civiles de la ciudad de León y de los municipios del entorno del Monte de San Isidro (Villaquilambre, Sariegos, Garrafe de Torío y Cuadros) el pasado verano y sin resultados entre sus múltiples asentamientos de “paseados” en aquellas fechas; y de recibir los generosos recuerdos de algunos de nuestros mayores, estamos ahora en disposición de afirmar, con acrecentada aunque siempre relativa certeza, que la mayoría de ellos y después de un fugaz paso por San Marcos, habrían acabado asesinados en la madrugada del día 20 en la zona de aquel Monte en el que unos años más tarde se construyó el Sanatorio Antituberculoso de San Isidro. Sus restos habrían sido inhumados en una fosa común en este mismo lugar.
Expuesto lo anterior, es obligado introducir, a la luz de los nuevos datos, las siguientes puntualizaciones: Creemos que no formó parte del grupo de asesinados en aquel paraje de León el socialista y afiliado a la UGT Francisco Bolaños Alonso (“Toña”), detenido en nuestro pueblo por la Guardia Civil el 17 o 18 de septiembre y conducido al Cuartel de La Bañeza, donde, torturado, aún permanecía en fechas posteriores al 20 del mismo mes, siendo allí visto por alguno de los numerosos vecinos socialistas[2] de nuestro pueblo, aquéllos que imbuidos de altos y firmes ideales bautizaban años antes a sus hijos con los significativos nombres de Libertad Socialista, Germinal, Armonía Socialista o Floreal, y que como Agustín Fernández García (“Zurdo”) fueron entonces detenidos. Éste y Pablo Martínez Ferrero, natural de La Bañeza aunque casado y residente en nuestro pueblo, habrían permanecido también en esta ciudad, en alguno de sus tres centros de detención (además del antiguo Cuartel, la Cárcel del Partido y una casa requisada a una familia republicana y sita en la calle de La Verdura) desde donde serían, al igual que Francisco y con otros detenidos, “paseados” en fecha y lugar ignorados, quizá en Maire de Castroponce o Izagre, localidades donde se documentan numerosos asesinatos de apresados en La Bañeza.
Tenemos hoy certeza, por otra parte, de la efectiva supervivencia al fusilamiento de Juan Sanjuán Sanjuán (“Quinto”), de la ayuda que le prestan escondiéndolo y curándolo por unos pocos días unas muchachas pastoras de ganado de San Adrián del Valle, así como de su presencia en Gijón y otros lugares en el verano de 1937 y del uso propagandístico que desde la prensa el poder republicano en Asturias (el Consejo Soberano de Asturias y León) hizo entonces de la narración de su odisea. Generosos amigos indagan allí hoy por esas publicaciones por si ellas nos aportaran conocimiento sobre el destino seguido por todo este grupo (sabemos ahora que menguado) de nuestros mártires, aunque indicios extraídos del testimonio de quien con él compartió unidades de combate en los frentes asturianos nos apuntan la posibilidad de que ni siquiera los integrantes de ese menguado grupo hubieran sido a la vez asesinados.
Habría Juan también sobrevivido al derrumbe del Frente de Asturias, intercambiando su identidad con un muerto de la derrota y con ella afincándose en Madrid, según informaciones verosímiles aunque menos contrastadas, desde donde, haciendo veraz la leyenda antaño ampliamente difundida, habría deambulado por nuestro pueblo en los años sesenta camuflado entre los numerosos mendigos que entonces nos visitaban, atemorizado aún y sin mostrarse a su familia, según unos, o visitando a su madre antes de su fallecimiento, según otros testimonios.
Sabemos hoy que, por el contrario, a nuestros desaparecidos se añadió en La Bañeza desde su Cárcel del Partido el natural de esta ciudad Valentín Fernández González, quien, según convencimiento que siempre mantuvieron sus familiares, los acompañó en su pasión y martirio. Estos familiares emprendieron ya en los años 80 pesquisas para conocer su destino, concluyendo ellos también haber terminado, “junto con los de Jiménez”, asesinado y enterrado en León, en el Monte de San Isidro. Nuestras indagaciones, conduciéndonos de igual modo a idéntico resultado, vendrían a confirmar y reforzar esta certeza, que es, por otra parte, la que constituyó en su origen nuestro punto de partida.
Podemos también hoy aportar atisbos de respuesta al porqué estos asesinados en nuestro pueblo: La represión se ejerció aquí, como en tantos lugares, contra quienes por elección y desde los partidos del Frente Popular ostentaban el poder municipal republicano, contra quienes dirigían y militaban en las organizaciones socialistas y obreras, y contra quienes voluntariamente habían formado parte, desde la Agrupación y las Juventudes Socialistas, del Comité de Defensa de la legalidad republicana que adoptó aquí la fórmula de grupo de nueve Guardias Municipales nombrados desde la Gestora en su Reunión Ordinaria del 19 de julio de 1936 a cargo del Concejal Ángel Vidal Pastor (“Jabón”) como Inspector-Delegado, “bajo cuya dirección han de estar los demás, todos a las órdenes del Alcalde, y para mantener el orden en Jiménez, que está un poco alterado”. Siete de sus diez integrantes fueron en los siguientes meses “paseados”.
La represión fue aquí como en tantos lugares, cuando menos desproporcionada: Con muerte despiadada y en ocasiones atroz se devolvieron las requisas de armas y las breves detenciones de tres destacados derechistas, ambas actuaciones legales y preventivas cumpliendo órdenes dictadas por la legítima autoridad estatal republicana y hasta aquí trasladadas desde el Gobierno Civil de la provincia y la Guardia Civil de La Bañeza[3], por cuya puesta en libertad de uno de ellos se abogó el día 20 desde nuestra todavía Corporación republicana, con la añadida y humanitaria preocupación de la comodidad de su vuelta a nuestro pueblo, rogando así a la autoridad municipal bañezana que “…si vuelve la camioneta lo mandan en ella”. Se trataría, creemos, de la misma camioneta que dos meses más tarde recogía entre nuestros vecinos su amplia cosecha de muerte, y a la que sus captores impelían a entrar a quien había sido Concejal y Teniente de Alcalde en la República Simón Bolaños González, privado de despedirse de la esposa, al grito de “!!..camina, que te vamos a dar las Parcelas Comunales…¡¡”. Represión brutal, extensa, programada y siempre política, que propicia y explica situaciones como aquella, o la de los verdugos que amenazan ante los infantiles llantos de las hijas de alguno de los sentenciados con “…hacerlas seguir el camino del padre si no cesan en sus lloros”.
Castigo y voluntad de exterminio tan omnipresentes y durante tanto tiempo mantenidos, que imponen la ruina económica a alguna devastada familia, obligando a mendigar a sus hijos y condenando a la viuda de quien fue Presidente de la Agrupación Socialista y Concejal y Alcalde en Gestoras Municipales republicanas, Rafael Mateos Cela, a muerte prematura en la indigencia, negándole, ya en 1951, la paz de los muertos y obstaculizando su sepelio por el rito protestante (oficiado por el Pastor evangélico D. Eduardo Turrall) hasta el extremo de hacer obligado el tránsito a través de las viñas con su féretro para depositarlo en la tierra no sagrada de la parte civil de nuestro cementerio municipal. La espada y la cruz tan unidas en el común afán de borrar todo cuanto de raíz, tronco o ramas tuviera que ver con la decapitada República y los vencidos republicanos, y que alcanzan, mediados ya los años sesenta, a dificultar a Floreal Mateos Peñín, el menor de los hijos de Rafael, su emigración a Francia (…exilio económico, más bien..) por seguir aún catalogado como “hijo de rojo”. Habituado estaba entonces Floreal a las penalidades que ya desde su bautizo le eran impuestas, cuando la cruz, beligerante (y poco cristiana) contra la Republica y sus bases sociales y lo que aquélla representaba desde su nacimiento hasta su propiciado final, impide que lo inscriban con su nombre laico y estampa para él en nuestro Libro Parroquial el impuesto de “..Froilán, más cristiano y de su agrado”.
Nada nuevo podemos añadir a lo ya apuntado respecto al martirio el 8 de noviembre del 36 en Villamañán de los integrantes de las Juventudes Socialistas de nuestro pueblo y del grupo voluntario de Guardias Municipales, Rafael Mateos Martínez, hijo de quien era Alcalde desde el 21 de abril, Miguel Mateos Cela (el ti “Tele”, encarcelado en La Bañeza durante ocho días junto con su esposa y su hija María antes ser con los demás desaparecido), y sobrino del también asesinado Rafael, y Crestencio González Pérez, Secretario de aquella organización.
Haremos, por el contrario, nuevas aportaciones acerca del final de su infortunado compañero de militancia socialista en las Juventudes (de las que era dirigente), y en la Guardia Municipal de nuestro pueblo, Primitivo Posada Ríos: Protagonista destacado en la propagación entre nuestros obreros de la afiliación a la Sociedad de Ayuda Mutua “La Fraternidad”, auspiciada desde el Partido Socialista y la UGT, conocida por el importe de sus cuotas como “La Sociedad de la Perra Gorda”, y que llegó a contar con una casa o local en La Bañeza construido en la ribera del río con las aportaciones de sus asociados, las cuales sirvieron a muchos de ellos para alcanzar a percibir, pasados los años, pensiones de la más tarde implantada Seguridad Social. Hijo de Andrés “el de La Casa”, socialista también y casero en la cercana Villa Iglesias, fue “Tivo”, con 21 años, quien al triunfo de la sublevación militar y ayudado por su muy joven hermana Alicia (más tarde encarcelada) destruyó y puso fuera del alcance de los represores los para muchos de sus vecinos comprometedores documentos de la Casa del Pueblo[4].
Escondido desde la masacre de septiembre en Arrabalde (Zamora), de donde era originaria su familia; apresado su padre en la Cárcel del Partido y antes brutalmente torturado en el Cuartel (se le llegó a colgar sobre un brasero..) sin confesar su paradero, vino a ser este conocido por Milicias de Falange de La Bañeza, según unas versiones, por el contenido de una carta violada que desde allí le remite. Según el relato recogido el pasado verano de ancianos del lugar, habría sido descubierto y apresado por aquellas Milicias cuando buscaban a “El Rato”, otro huido de la represión falangista y única víctima mortal de ella en aquel pueblo. Trasladado a la Cárcel de La Bañeza, en la que ya entonces se encuentra su hermana Alicia, permanece aquí unas pocas horas, tras las cuales y después de serle permitido despedirse de ella, sus verdugos lo conducen a Villafer, en cuyo término, en un bosquecillo de encinas, es salvajemente asesinado, siendo más tarde enterrados en el mismo lugar sus calcinados restos.
Ni en el Registro Civil de Villafer ni en el Libro de Enterramientos de su cementerio hemos hallado rastro o asentamiento documental alguno referido al martirio de nuestro convecino, que vino a ser, uno más entre tantos, parte de una represión tan cruel y extensamente ejercida como sistemática y profusamente ocultada.
Persiste después de tantos años y como en el caso de todas las víctimas directas de tamañas tragedias familiares, el vivo recuerdo y el dolor por lo ocurrido en su hermana Alicia Posada Ríos, quien aún hoy, en su vejez y residiendo muy cerca de nosotros, sufre un visceral rechazo a pisar nuestro pueblo, el pueblo de su infancia, porque todavía permanece indeleblemente grabado en su alma el amargo sentimiento de que “…en él fue la desgracia”.
Ourense, noviembre de 2003.
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*Mi agradecimiento a quienes tan generosamente me brindaron sus informaciones y recuerdos.
[1] Abierto en 1932 y cuya terminación se dispuso en 1931 por la Corporación de la que algunos de ellos formaban ya parte, “..para proceder a la clausura definitiva del viejo por higiene y humanitarismo”.
[2] Liberados días después con imposición de arbitrarias y repetidas “presentaciones” y multas, y obligados a reconstruir con la ayuda también impuesta de algunas jóvenes simpatizantes socialistas la Ermita de la Vera Cruz.
[3] La misma que días después, secundando a los rebeldes y siguiendo sus órdenes, llenó de republicanos la Cárcel del Partido, vaciada ya desde la toma de la ciudad de elementos derechistas.