MUJERES TRABAJADORAS
En agradecimiento a quienes,
con esfuerzo,
nos sacaron adelante en tiempos difíciles.
José Cabañas González marzo de 2000.
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Un año más, el pasado 8 de marzo ha transcurrido dedicado a la Mujer Trabajadora y a la llamada a la superación de sus específicos problemas, remarcando esta vez, entre otros, el de la injusta discriminación salarial que tantas mujeres todavía padecen y que alcanza aún hoy en nuestro país, con respecto a los hombres y para idénticos trabajos, diferencias en las retribuciones de hasta el 30% menos. Esta insostenible desigualdad que continúa rompiendo el que debiera de ser axioma básico de "a igual trabajo igual salario", se sigue manteniendo en el actual contexto de convergencia de nuestra economía con las restante europeas, y mientras las rentas salariales de los españoles en su conjunto, hombres y mujeres, son todavía un 20% inferiores a la media comunitaria, lo que viene a señalar la clara necesidad de convergir con Europa, además de en los indicadores macroeconómicos, también en los sociales.
Reconociendo lo valioso de asignar un día concreto a recordar más manifiestamente la permanencia de una injusticia como la señalada, nos parece oportuno indicar que todas las fechas debieran de resultarnos hábiles para tratar de corregir entre todos, hombres y mujeres trabajadores, esta discriminatoria situación que se acompaña actualmente además del aún más restringido acceso de la mujer al trabajo y en mayor precariedad que el hombre, o de la "doble jornada" que muchas de las que consiguen trabajar se ven obligadas a realizar en los hogares.
Nos parece evidente que los trabajadores de este país, hombres y mujeres, requerimos todavía considerables mejoras (en empleo, estabilidad, retribuciones, seguridad,..etc.), aunque solo fuere por contraste con los restantes asalariados con los que la comparación nos resulta natural, y más evidente se nos hace, por supuesto, lo mucho que con el transcurso de los años hemos avanzado. La progresiva mejora en las condiciones de trabajo y de vida se nos muestra plástica y ostensiblemente en la mirada al presente y al cercano pasado de nuestro pueblo, un lugar habitado, vivificado y animado hoy como ayer por hombres y mujeres trabajadores que desde sus variadas labores han ido generando la acumulada riqueza y la calidad de vida que actualmente disfrutamos.
Conviene quizá señalar, al respecto y en especial para las jóvenes generaciones de convecinos, como la existencia del incipiente Estado del Bienestar que en sus múltiples facetas (Sanidad, Educación, Prestaciones Sociales,, etc..) a todos hoy nos facilita y nos hace más grata la vida, es más bien reciente en nuestro país, siendo, desde luego, conquista del trabajo de anteriores generaciones de hombres y mujeres que superando no pocas dificultades y soportando no pocas privaciones nos lo han hecho posible. Tal vez valorando en su justa medida el incremento de progreso que tal logro representa y la suma de esfuerzos de los que procede, procuremos todos su permanencia y la necesaria extensión y perfeccionamiento de su cobertura
Cercana también la fecha del 1o de Mayo, tradicional jornada dedicada a la reivindicación de mejoras laborales -avances sociales a la vez-, a la celebración de las ya conseguidas y al recuerdo de aquellos que con su sacrificio las hicieron posibles, nos parece la oportuna ocasión para rendir homenaje a las generaciones de trabajadores que nos han precedido y que fueron artífices del bienestar que hoy nos rodea, rememorando aquí algunas de las difíciles condiciones de sus vidas y trabajos, en medio de las cuales, en nuestro pueblo, a quienes rondan mi edad todavía nos criaron.
En el raquítico y prolongado marco de la economía española de posguerra, recorrido por la miseria e incluso el hambre de los más, por las carencias y el desabastecimiento, y en la que aún en los años 59 al 61 se produce como consecuencia del recién instaurado Plan de Estabilización una traumática y severa recesión que multiplica el paro, recorta los breves salarios, y reduce drásticamente el ya exiguo consumo de la población, en nuestro pueblo, como en tantos otros inmersos en la época en economías de pura subsistencia, la cruda situación se traduce en estrecheces en los hogares y en agotadoras y largas jornadas de trabajo que en poco palían la pertinaz escasez, tan solo mitigada por la entonces común práctica del trueque, otra peculiar realidad, con las Cartillas de Racionamiento o el "Estraperlo", de aquel tiempo en el que siendo todo el potencial de trabajo imprescindible para la supervivencia familiar, tantos eran forzados, aún adolescentes, a dejar tempranamente la enseñanza para iniciar en lugares como "Las Cubas", "Las Cerámicas", "Los Almacenes", o "Sirviendo" en la vecina Bañeza una sufrida andadura laboral que poco acrecentaba los recursos -adelantados hogares de antaño, sin saberlo, de la gestión ecológica de aquellos: reducidos ya de por sí lo eran, reutilizados y reciclados, a la fuerza..., nada era entonces desperdiciable- y escasamente mejoraba déficits de alimentación y desequilibrios en una dieta esencialmente basada en productos estaciónales y en la que los lácteos eran para la mayoría inalcanzables artículos de lujo a los que solo se accedía merced a la Escuela Nacional (con separación de sexos...) y su reparto de la leche en polvo y el rancio queso de la ayuda americana.
Aquel tiempo pasado NO fue mejor, -el aforismo que afirma lo contrario suele ser tan solo falsa idealización de la memoria- y así, las calamidades de la época afectaban por igual a los asalariados tanto como a los ocupados en la agricultura o la alfarería, actividades tradicionales en nuestro pueblo y que no estaban por lo demás claramente delimitadas, ejerciéndose en las mismas familias en muchos casos varias de ellas a la vez (podría muy bien decirse que todo oficio resultaba entonces poco.... para malvivir), y si dura era la vida del alfarero, desde la extracción de la arcilla a las jornadas de cocción o "deshornado", de las inacabables "tareas" a la "rueda" a la venta de las piezas, no menos rudos resultaban los afanes del labrador en los cansinos días de "la trilla", en la recolección "a guadaña" o en el arado de la tierra con la sola ayuda animal, en unas y otras labores participando los pequeños de la casa, sus juegos mermados por la necesidad de aportar incluso el infantil trabajo a la precaria economía familiar. No se hace entonces extraño que desde tan poco agradecidas ocupaciones desbordara de nuestro pueblo, mediada la década de los sesenta, una fluida emigración hacia Europa a la búsqueda de trabajos más productivos, lo que vino a representar a la vez que fundamental pilar del posterior despegue y desarrollo del país, y sobretodo para los pioneros de sus inicios, nuevas penosidades y sacrificios que alcanzaron una vez más a las mujeres, convertidas algunas por largas temporadas en viudas en vida de sus maridos emigrados, o más tarde ellas mismas emigrantes.
El indudable mérito de sacar adelante los hogares en medio de dificultades como las someramente apuntadas se agiganta en el caso de las madres de familia, mujeres trabajadoras por serlo, las menos de continuo asalariadas, todas dispuestas siempre a “rebañar” para las casas esporádicos "jornales", participando además la mayoría, y muy activamente, en las pesadas labores de la actividad familiar, cuando no teniendo tradicionalmente asignadas en aquella faenas exclusivas y no menos ingratas que las realizadas por los hombres. Así, labraban el campo las mujeres o "sobaban" el barro y "bañaban" los cacharros en el alfar, sin dejar por ello de ocuparse, también en exclusiva, del cuidado de los hijos y del hogar, convirtiendo en jornadas sin fin y con múltiples trabajos e interminables desvelos los ajustados recursos familiares en aprovechadas joyas de economía doméstica: Amasaban el pan las mujeres y acarreaban el agua, confeccionaban, remendaban y tejían, lavaban en el río o en "El Reguero del Agua" en el tiempo del estío, limpiaban, atendían a los enfermos e impedidos, cocinaban, e incluso "llevaban la comida" en cálido "serillo", caminando carretera adelante en nutridos grupos cual amorosas Amandas celebradas por el canto del chileno Víctor Jara, a los hijos, maridos o hermanos trabajadores en las pequeñas industrias de la cercana villa.
Transmitan por tales esforzados empeños nuestros corazones de trabajadores sincera gratitud a quienes entre tanta dificultad atinaron a criarnos, y colmen de especial y agradecido reconocimiento a tan sacrificadas y valerosas mujeres.
Ourense, marzo de 2000.
Mujeres jiminiegas llevando a sus hombres la comida en "serillo" a La Bañeza, carretera adelante...
Al día de Hoy.-
La situación de las mujeres trabajadoras tiene aún mucho que mejorar. Para muestra dos artículos tomados de la prensa sindical de Comisiones Obreras: del nº 1 de la Gaceta Sindical de abril, el primero, y del TRIBUNA de la Administración Pública de mayo de 2005 el segundo.
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Abril 2005 GACETA SINDICAL
MUJERES JÓVENES
Más precariedad, menos salario
Coincidiendo con la celebración del 8de Marzo, CC.OO. revelaba que las mujeres no alcanzan el pleno empleo en ninguna provincia española. Incluso en aquellas donde los hombres ya lo han conseguido, las tasas de actividad y desempleo femeninas se sitúan muy por debajo (actividad) o por encima (paro) de los umbrales de plena ocupación. No acaban aquí las dificultades laborales de la mujer. Un informe de la Secretaría de la juventud advertía que el salario medio de las mujeres jóvenes es de 10.900 euros, casi 4.000 euros inferior al de los jóvenes; además padecen una tasa de paro catorce puntos mayor y sólo un 9,9% de las trabajadoras cuenta con un contrato indefinido Para Nuria Rico, secretaria confederal de la juventud de CC.OO., "las mujeres jóvenes somos las que más sufrimos la precariedad laboral y lasque más dificultad tenemos para accederá una vivienda y, por tanto, también a nuestra independencia social y económica".
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Mayo 2005 TRIBUNA salud laboral
La doble presencia en el trabajo es una cuestión de géneroLas mujeres trabajadoras realizan una doble jornada al tener que soportar la mayor parte del trabajo familiar y doméstico
Para explicar la salud de las mujeres trabajadoras es fundamental comprender su doble carga de trabajo.
Paco Bernal/FSAP
Está ampliamente demostrado que en función del tipo de trabajo que se realiza, trabajadores de cuello blanco o trabajadores de cuello azul, se contraen enfermedades diferentes. Existe otro ámbito en el que estas desigualdades se expresan de forma clara, la salud y el género.
En el mundo del trabajo existen ocupaciones específicas de hombres y de mujeres, para ellas generalmente, trabajos de menor contenido y responsabilidad, con menor influencia, peores perspectivas de promoción y menos salario. Además, las mujeres trabajadoras se responsabilizan y realizan la mayor parte del trabajo familiar y doméstico, por lo que realizan un mayor esfuerzo de trabajo total en comparación con los hombres.
La "doble jornada" laboral de la mayoría de mujeres trabajadoras es lo que se define como "doble presencia", es decir, las exigencias del trabajo productivo y a continuación del fa miliar y doméstico que coexisten de forma simultánea y son asumidas a diario. Esta responsabilidad impuesta a la mujer, exclusivamente por haber nacido mujer, es aceptada por todos de una forma natural y lo peor, en la mayoría de los casos, sin ninguna valoración por la sociedad.
Hay que destacar que todas estas exigencias resultan muy difíciles de medir por la propia dinámica del trabajo productivo.
Para explicar la salud de las mujeres trabajadoras es fúndamental comprender esta doble carga de trabajo, determinándose, de esta manera, una parte de las desigualdades de salud en relación al género. ♦