El presente artículo corresponde al epígrafe de igual título del Capítulo VIII (1935. Las consecuencias del octubre rojo)
del segundo volumen (LOS PROLEGÓMENOS DE LA TRAGEDIA. La Segunda República y sus preámbulos en la comarca bañezana)
de la obra LA BAÑEZA 1936. LA VORÁGINE DE JULIO (Golpe y represión en la comarca bañezana), que tenemos previsto publicar a primeros de julio.
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25 de abril de 2013.
En los antecedentes del periodo republicano en nuestra tierra, prolegómeno a su vez de la tragedia desatada en el verano de 1936, vendrá a resultar sin duda oportuno referirse a una de las llamativas paradojas que luego en ella se darían: la de que algunos de los que por sus profesiones más llamados deberían de haber estado a preservar las vidas de sus semejantes, y además convecinos muchas veces, se dedicaran con cruel ahínco a arrebatárselas. Esto sucedió en ocasiones con sacerdotes y con médicos[1], y de unos y otros hubo casos cercanos en la comarca bañezana. De ambos nos ocuparemos a su debido tiempo, y también de quienes de ellos se mantuvieron, por encima y a la contra de lo que fue más habitual, en las coordenadas que la humanidad y la ética profesional les señalaban, que se dieron también en nuestra tierra y se hicieron más valiosos, si cabe, por lo escasos, alcanzando algunos incluso a ser víctimas también de la represión de los alzados.
Entre los profesionales de la medicina, de los últimos, hubo uno que fue bárbaramente asesinado en otra tierra, la suya, pero había pasado parte de su ejercicio por estas latitudes, en los pueblos del ayuntamiento de Villazala, donde fue conocido como “el médico de los pobres”, apelativo que pasados unos años darían de nuevo y también las gentes humildes de La Bañeza a otro galeno, Emilio Perandones Franco, barrido también, aquí en su caso, por la furia asesina de los cruzados victoriosos del 36. Un tercero y anterior médico favorecedor de los desfavorecidos, ferviente republicano también (formaba parte en 1886 del comité republicano de La Bañeza), había sido ya en la comarca Gaspar Yébenes Ruiz en los años a caballo de los dos siglos, y aún habría (al menos) un cuarto y posterior: Pedro Rodríguez Martínez (don Pedro, el oculista, nacido en La Bañeza en 1913), otro doctor que, ejerciendo de oftalmólogo en el sistema público de salud, en un gesto de generosidad no cobraba honorarios por la atención particular que prestaba en su consulta privada, dada la penosa situación económica de sus pacientes (al igual que ya había sido especialmente solidario con los necesitados de los pueblos en los que antes de 1943 había profesado de maestro, Villanueva de Jamuz después de San Esteban de Nogales), humanitarias actuaciones las de todos ellos que ya a su vez antaño practicara en la capital leonesa (y continuaría practicando) el igualmente llamado allí “médico de los pobres” Ramón Pallarés Nomdedeu, fundador y primer presidente (de 1900 a 1920) de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de León[2].
<<<<<<<< Avance. 17-09-1932.
Por lo que hace al doctor Gaspar Yebenes Ruiz, en 1873, cuando la Primera República española el número de vecinos de La Bañeza era inferior a 800, y el de familias pobres en la villa de 160, que eran servidos por él como médico y como cirujano por Julián Pérez Valderrey. Como ya en otro lugar de esta web hemos señalado (véase Prensa histórica en la Bañeza), el 21 de marzo de 1909 la publicación Eco Bañezano ocupa su portada con la noticia del fallecimiento y sepelio de don Gaspar Yébenes Ruiz, médico municipal de La Bañeza durante 47 años y de la Asociación de Socorros Mutuos La Caridad, y presidente de la Asociación de Médicos Titulares y de la Junta del Censo Electoral, víctima de contagio al practicar una operación quirúrgica a un afectado por enfermedad infecciosa de un pueblo vecino. Se glosa y alaba su trayectoria de mártir de la ciencia y de galeno abnegado y talentoso, pródigo y dispuesto siempre a remediar caritativamente las carencias de los enfermos y menesterosos, lo que le había valido la general estima de todos sus convecinos, “cuatro mil almas que lo lloran con dolor” y en masa asisten a su entierro, y el apelativo de “médico de los pobres”, el mismo que unos años después se dará en nuestra tierra a otros dos galenos solidarios y entregados a socorrer a los humildes. La corporación, de la que con el alcalde forman parte los señores Mata, Robustiano Pollán, Martínez, Marqués, Blas Cantón, García (Domiciano?), F. Casado, Román, Tomás Pérez García, y Valderas, hace constar en el acta del pleno del día 17 su pesar por el óbito y cubre interinamente su plaza con don Laureano Alonso González, subvencionando con 600 pesetas al Sanatorio Médico-Quirúrgico del doctor Otero -otro caritativo médico- (situado en las cercanías de la Iglesia del Salvador) “por el esmero con que está instalado y los generosos servicios que presta a numerosos vecinos de la ciudad”.
En cuanto a Emilio Perandones Franco, vocal de la Agrupación Socialista bañezana elegido a mitad de abril de 1936, y responsable por el Partido Socialista en el Frente Popular de La Bañeza por entonces, siendo ya en septiembre de 1932 médico nombrado de la Sección de Socorros de la fracción bañezana del Sindicato Nacional Azucarero (afecto a la UGT), fechas en las que anuncia en la prensa local (el semanario Avance) su "consulta en la Avenida Pablo Iglesias, dotada de lámpara de cuarzo-rayos ultra-violeta", a pesar de lo cual el 17 de junio de 1933 noticiaba El Adelanto que inauguraba consulta en la calle Pablo Iglesias, 5 (frente a telégrafos) el nuevo galeno bañezano Emilio Perandones Franco (“Ex-ayudante clínico de la Facultad de Medicina de Valladolid en la especialidad de piel y secretas. Medicina General. Consulta de 10 a 12 y de 4 a 7”, decían sus reclamos en la prensa bañezana). Cuando Emilio sea encarcelado en 1936 para ser fusilado en León (con su hermano Joaquín y otros 15 bañezanos) en febrero de 1937 desaparecerá el automóvil Ford que poseía, sin que hasta hoy su familia haya sabido de su destino.
El Adelanto. 17-06-1933 >>>>>>
Hubo aún, al menos, otro benefactor en La Bañeza: Norberto Ángel Martínez Mielgo, nombrado Interventor municipal del ayuntamiento bañezano el 6 de octubre de 1934. Había nacido en Hospital de Órbigo el 6 de junio de 1905, y allí había asistido, como los demás de sus hermanos y también antes sus padres, a la escuela Sierra Pambley de la localidad[3]. Se establecería en La Bañeza en una fonda, y en los años de su estancia en la ciudad cultivará el favorecer y ayudar a los más necesitados hasta el punto de ser entonces conocido como “el pan de los pobres”, identificado de tal modo con los más humildes de los bañezanos y los que aspiraban a redimirlos que, cuando en 1936, con la sublevación militar ya impuesta, en octubre, el día 10, los rebeldes facciosos decidan suprimir y desaparecer a un grupo de diez comprometidos bañezanos sumarán a ellos a Norberto (preso desde unos días antes en San Marcos), concediéndole el triste privilegio de acompañarlos como una víctima más de la matanza de Izagre y de yacer con ellos durante 72 años en la que en todo ese largo tiempo (hasta ser exhumada por la ARMH a primeros de septiembre de 2008, para entregar los restos de los asesinados a sus familiares el 10 de abril de 2010) se conoció como “la fosa de los bañezanos”.
Otra persona entonces compasiva (seguro que hubo más) fue la farmacéutica Josefa Toral Castro, incluida en el pleno del 30 de marzo de 1932 entre quienes desde sus farmacias sirven a la Beneficencia Municipal , y que desde su reciente botica abierta en la calle Pérez Crespo brindaría siempre ayuda a los necesitados de la ciudad y de los pueblos comarcanos.
Volviendo al caso que ahora nos ocupa, se trató también en nuestra tierra del médico rural Manuel María Díaz González, nacido en O Incio (Lugo), en 1886; un hombre con la estatura de un niño, consecuencia de una meningitis que sufrió a los doce años. Su constitución física le valió el apodo de ”O Pequeniño”, pero también se ganó el sobrenombre de “o médico dos pobres”, aquel que, donde ejercía, no cobraba por sus servicios a los menos pudientes. Cursó sus estudios de Medicina en Santiago entre 1906 y 1914, época en que la facultad compostelana vivía un momento esplendoroso. En la vida universitaria se fraguó su posición política y conoció a personalidades como Alfonso Rodríguez Castelao, con quien formó parte de la estudiantina tocando una pequeña arpa que todavía se conserva en la casa familiar. Convivió también con Novoa Santos y otros galenos que fueron luego militantes republicanos represaliados o exiliados en la Guerra Civil.
Comenzó a ejercer como médico municipal en su pueblo natal y de inspector de Sanidad en la comarca en 1929, tras haberlo hecho desde 1920 en su consultorio de medicina general, y antes como facultativo titular del ayuntamiento de Villazala desde 1917 hasta aquel año, residiendo este periodo en nuestra tierra (en la pedanía de Valdesandinas, a lo que parece) acompañado de su reciente esposa Regina Carnero Pardo (habían contraído matrimonio hacia 1916) y de Luz, la hermana menor de ésta. No debieron de faltarle trabajo y necesidades que atender a nuestro médico en aquel tiempo en los siete pueblos de aquel municipio regentados, y menos aún durante la virulenta pandemia de gripe desatada en 1918 que aquí se conoció como “la Moda” (a su incidencia en nuestra tierra dedicamos otro apartado en nuestro segundo volumen) y que tanto mermó las poblaciones (de alguna de las entregadas atenciones que en su niñez le dispensara el bondadoso doctor guardaba aún recuerdo –propio o inducido por el relato de sus padres- a sus 95 años el señor Alfredo Fernández, de Valdesandinas, fallecido en la primavera del año 2011). De nuevo en 1923 la enfermedad hizo fatal aparición en su vida y arrebató la de la joven consorte del médico, quien años más tarde, en 1927, se desposaría con su cuñada, Luz Carnero.
En el ejercicio de la medicina cosechó Manuel entre aquellos a quienes dedicó sus desvelos holgada fama de profesional “compasivo, eficiente y competente, comprometido y fraterno, bueno y generoso, altruista y solidario”. Preocupado por la higiene y por la prevención de enfermedades, destacó también por la investigación sobre el bocio, endémico en su tierra y en otras zonas de Galicia, estudios que serían citados en 1921 por Gregorio Marañón, pionero de la endocrinología en España, a quien informó para su obra a través de Gil Casares, eminente catedrático de quien había sido alumno en Compostela. Trabajó por una medicina social en el marco de la asistencia a los campesinos que como política sanitaria propugnaría más tarde la República con el empeño de garantizarles su derecho a la salud, y sus campañas sobre higiene y cultura sanitaria nada tuvieron que envidiar a las desplegadas desde las posteriores Misiones Pedagógicas.
Al margen de su actividad médica, Manuel Díaz González fue nombrado también diputado provincial, y ostentó, como agrarista, la alcaldía de O Incio durante un breve período, entre febrero y noviembre de 1924. Colaboró en la publicación local Siembra, revista con motivos educativos y agraristas contra los caciques locales, y fue amigo, entre otros, del doctor lucense Rafael de Vega Barrera y del también diputado Ricardo Gasset (ambos represaliados en 1936, el uno asesinado y el otro huido al exilio). Militó el doctor humanitario y desprendido en el Partido Republicano Galego fundado por Casares Quiroga y en Izquierda Republicana, de cuyo comité local fue presidente en 1935.
Con el levantamiento militar de 1936, la familia Díaz González fue ferozmente perseguida, particularmente Manuel y su hermano José, también destacado militante de la República, profesor y primer alcalde republicano de O Incio. De hecho, su esposa, quien ejercía igualmente como maestra en el municipio, fue obligada a pasear por el pueblo rapada al cero. Huidos el 22 de julio, tras la toma del pueblo por los sublevados, se refugian por un tiempo en casa de su hermana María, maestra en A Penela, hasta que en agosto se produce el arresto y encarcelamiento de los dos hermanos en Monforte.
<<<<<<<<< Manuel María Díaz González
Se le hace un simulacro de fusilamiento, probablemente para extorsionarlo, del que huye, e intenta escapar en vano de Galicia. Se mantiene fugado y escondido por la zona hasta ser acogido en la casa del farmacéutico de Sarria, Antonio Peña, en Toimil en los primeros días de septiembre. Conocido por una denuncia su refugio, una cuadrilla de falangistas irrumpió el 11 de aquel mes en la vivienda y arrestó al doctor, atándole las manos con una soga a la cola de un caballo que le arrastraría desde Laiosa hasta Eirexalba. El crimen se consumó poco después, por orden explícita de otra familia de médicos de la comarca, en la “Casilla da Serra”, donde sonarían los disparos que acabaron con su vida.
Su cuerpo fue recogido en la anochecida por uno de sus sobrinos, quien con sólo 17 años y ayudado por otro joven campesino hubo de enfrentar el difícil papel de darle clandestina sepultura (algo que no olvidó en toda su larga vida). Otro de sus sobrinos, José Luís Díaz Gómez (médico experto en neurobiología e investigador titular de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Méjico), lucha desde hace tiempo por recuperar sus restos y por dar reconocimiento y justa reparación moral al honrado y cabal galeno de O Incio, “O Pequeniño”, “el médico de los pobres”, con la publicación de su historia en el libro Sementeira e memoria. Represalia e desagravio dun médico lucense republicano[4].
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Los días 26 y 27 de noviembre de 2011 se tributo en O Incio, su pueblo, un homenaje al doctor Manuel Díaz González, coincidiendo con el 75º aniversario de su asesinato, editándose entonces un pequeño, emotivo y bello libro que lo recoge, y al cual se puede acceder desde el siguiente enlace: www.joseluisdiaz.org en Publicación reciente: O Pequeniño de Incio 2012. (tarda un poco en cargar)
[1] Nos impresionó vivamente en su momento (septiembre de 2002 en Ponferrada) la representación que la Compañía de Teatro de Alcántara hacía en la obra La taberna de Cadalso, de Miguel Murillo, de la verídica y activa participación del médico de aquel pueblo cacereño en la brutal represión que allí se perpetró.
[2] “Marino, aviador y aventurero con 20 años”. LeoNoticias. 31-03-2013. CRÉMER, Victoriano. “Otra vez y siempre la Caja de Ahorros”. Diario de León. 29-05-2006.
[3] Según los datos y la información que nos aporta su sobrino Fernando Calzado Martínez.
[4] CASANOVA, A. “Vida y muerte de un republicano”. El Progreso. 06-01-2010. R. Silvia. “Desde México buscando una tumba”. El País-Galicia. 21-09-2010. Datos tomados de “El tío Manolo”. (www.joseluisdiaz.org), y de [Díaz Gómez, 2009] de la que hay edición en castellano (Siembra y memoria: muerte y evocación de un médico republicano. Fondo de Cultura Económica. 2010), que también hemos consultado.