José Cabañas González                                                                                         Ourense, octubre de 2007.

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       En estas fechas en que, por fin, desde el Gobierno se alumbra una Ley de Memoria “por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura”, tardía, y, en opinión de muchos, incompleta e insuficiente[1], convendría tal vez recordar como una alta cantidad del amplio catálogo de las modalidades represivas del franquismo se ejercieron también entonces contra vecinos y vecinas de Jiménez de Jamuz, nuestro pueblo. Con la intención de honrarlos, reconocerles los sacrificios y las privaciones a las que tan injustamente fueron sometidos, y agradecerles la ofrenda de su bienestar en aras de sus sueños de avance y de progreso, semillas de muchas de las realidades y mejoras que hoy todos disfrutamos, dedicaremos estas líneas, en la medida de lo que hoy conocemos, a nombrarlos, a recuperar y acercar sus peripecias, sus nombres y apellidos, y sus vidas torcidas o truncadas, del olvido en el que muchos yacen, y a enumerar los inmerecidos sufrimientos que les fueron inferidos. 

       Para toda la sociedad española del momento, el triunfo de los alzados representó el cercenamiento y el fin de las iniciativas de adelanto emprendidas, y la condena a permanecer durante años, los de la larga noche de piedra de la Dictadura, en la oscuridad y en el atraso. Tal ocurrió también en nuestro pueblo, pero aquí, como en los restantes lugares de este país conquistado por la sinrazón de las armas, hubo además otras víctimas más directas y “privilegiadas”, en las que la represión se cebó con especial dedicación, tenacidad y saña:

LOS ASESINADOS.-

       A ellos hemos dedicado ya, a lo largo de los años, otros esfuerzos y trabajos. “Paseados”[2] y desaparecidos de entre sus convecinos en el otoño de 1936, los traemos de nuevo a esta palestra, los nombramos y hacemos presente su recuerdo:  Francisco Bolaños Alonso, alfarero, 27 años; Simón Bolaños González, 51 años; Francisco de Blas Fernández,  60 años; Salvador de Blas Peñín, labrador, 24 años; José Estravís Vidal, 21 años; Agustín Fernández García, alfarero, 32 años; Domitilo González Lobato,    alfarero y cartero; 44 años; Miguel Mateos Cela, (había sido Minero, en El Bierzo), 65 años; Rafael Mateos Cela, tendero, 56 años; Francisco Martínez Vivas, alfarero, 49 años; Pedro Pastor Blanco, alfarero, 40 años; Juan Sanjuán Sanjuán, 22 años; Ángel Vidal Murciego, 30 y pocos años; Rafael Mateos Martínez, 29 años; Crestencio González Pérez, alfarero, 19 años; Primitivo Posada Ríos, 21 años. Los tres últimos, Rafael, Crestencio y Primitivo, miembros de las Juventudes Socialistas de nuestro pueblo, bien podrían además representar  a  otra  categoría  de  víctimas  del franquismo: la de LOS HUIDOS. Escapados de la  represión  desatada y  que  ya  había  mermado las familias, resisten casi  un mes y medio escondidos por los montes, hasta que también la muerte les alcanza.

    Los señalados habrían sido, asesinados, víctimas de lo que estudiosos del periodo histórico denominan represión paralegal. Otro de nuestros naturales, Cristobal Peñín Alonso, protestante, cayó, también asesinado, en la que en tal terminología sería represión legal: fusilado en Pontevedra el 14 de septiembre de 1937, condenado a muerte después de haber sido sometido por la injusta justicia militar a un ilegítimo Consejo de Guerra[3].    

     Víctimas no menores de sus asesinos fueron también los deudos y allegados de estos mártires que ninguna iglesia beatificará: sus padres, sus esposas, sus hermanos, los hijos y las hijas…, que hubieron de continuar viviendo en sus ausencias, en el silencio, la indigencia, el abandono, la vejación y el miedo, arrastrando hasta el fin de sus días la pena y el desgarro.

LOS MUERTOS EN LOS FRENTES.-

       Con idéntico espíritu al que en el otoño del año 2003 nos guió para saber de ellos y de sus muertes e incluirlos en el Homenaje entonces tributado, como otras víctimas del franquismo, diferentes pero no menos víctimas por ello, señalamos de nuevo a los jóvenes de nuestro pueblo que hallaron la muerte en una guerra ajena que otros desataron y a la que, salvo la excepción de algún voluntario cuya vida se podría decir que ardió en el fuego de su propia exaltación, fueron llevados a la fuerza:  Francisco Cabañas Gordón, nacido en 1919, soltero; Rafael Bolaños Bolaños, de 1916, albañil, casado; Esteban Eugenio Sanjuán Gordón, de 1910, casado y albañil; Guillermo Cabañas Vidal`^[c], de 1911, labrador, casado; Julio Sanjuán Sanjuán; Miguel Lobato Cabañas, de 1913, soltero; José Vidal Mateos^[a], soltero, de 1918; Domingo Sanjuán Pastor, de 1899, alfarero, soltero; Manuel Peñín Alonso, de 1920, soltero y muerto en la posguerra; Manuel Demetrio Gordón de la Fuente, de 1915, soltero.

El Régimen que los enroló y que para imponerse los utilizó como carne de matadero y de cañón los sumió, también a ellos,  después en el olvido: ni honró aquí nunca sus muertes, ni entregó o facilitó recuperar sus restos, ni brindó compensación alguna a sus familias.

LOS ENCARCELADOS.-

       También de esta modalidad de la represión legal franquista tuvimos una extensa muestra entre nuestros vecinos de antaño. Un nutrido grupo de ellos, por unas u otras causas aparentes pero siempre por la cierta de haberse opuesto o no ser afectos a aquel ignominioso Régimen, hubieron de pasar por sus prisiones. Algunos y algunas, especialmente al poco de su triunfo, con estancias más o menos prolongadas en la Prisión bañezana del Partido, como fue el caso de socialistas locales de mayor o menor significación tal que Fausto Vidal Pastor, Celso Argúello Argúello, Andrés Posada, Alicia Posada Ríos (padre y hermana del asesinado Primitivo), Miguel Mateos Cela, “paseado” después, su esposa Lucía Martínez Benavente, y su hija María Mateos Martínez, Miguel Lobato Fernández, detenido como más de cien personas, y procesado con otros 54 por "los sucesos de julio" en la Bañeza,... Otros por haber mantenido al poder legítimo republicano lo que se ha definido como “lealtad geográfica”[4], sustentada, cuando menos, en el lugar en que se hallan al producirse la sublevación militar y en el resultado que allí obtiene. Tal habría sido el caso del natural de Jiménez Bernardo Carro Vidal, residente hacía años en Bilbao, de cuyos avatares ya nos ocupamos en otro artículo[5], procesado dos veces y preso durante año y medio en la cárcel de Larrinaga.

       Otro leal jiminiego fue Ruperto Alonso Toral, de apodo “Cuesta”, alfarero, de 33 años en 1937, hijo natural de Jacinta, de la quinta de 1925, casado en 1924, a los 20 años, con Manuela Gordón Fuertes, de 17 y natural de Vegoña, quien se entrega a las fuerzas nacionales el 23 de octubre de 1937 en el pueblo de Tejedo y es llevado preso a León. Manifiesta en su interrogatorio que “el Movimiento le sorprendió en Toreno, donde se hallaba vendiendo cacharros”; desde allí se dirigió a Villablino y más tarde a Mieres, donde trabaja construyendo refugios, ingresando después, voluntariamente, en el Batallón nº 220, 1ª Compañía, con el que va destacado como soldado a diversos frentes. En Arenas de Cabrales es hospitalizado; dado de alta el 18 de octubre, con el frente asturiano derrumbándose, regresa a Mieres, y de aquí el día 20 se traslada a Tejedo. El 21 de febrero de 1938 es pasado, con 21 más, por el Consejo de Guerra Permanente, reunido en el Salón de la Diputación Provincial de León, del que sale condenado, por Auxilio a la Rebelión, a la pena de 12 años de Reclusión, que más tarde le será conmutada por la de tres años de Prisión, y a la incautación de sus bienes por el Estado.

       Ruperto había señalado al entregarse que lo podrían avalar “Esteban Cabañas y el sacerdote Don Pedro, ambos de Jiménez”. No aparece que así ocurriera; informan sobre él, a pesar de no haber residido en nuestro pueblo en los cinco años anteriores al Alzamiento, del Cuartel de la Guardia Civil de La Bañeza y el Alcalde de Santa Elena de Jamuz, Justo Murciego, quienes lo tachan de “izquierdista, no significado ni peligroso, perteneciente al llamado Frente Popular”, aunque observante de “buena conducta pública y privada”. En marzo de 1940 lo trasladan de la Prisión de Astorga a la de Teruel, para trabajar a disposición de la Dirección de Regiones Devastadas, desde donde le disponen Prisión atenuada en octubre del mismo año, fijando su residencia en Jiménez, sometido a vigilancia y presentaciones los días 1 y 15 en el Cuartel de La Bañeza hasta mayo de 1942 en que es definitivamente liberado[6].      

       Con algunas familias de nuestro pueblo se ejerció una represión notablemente cruel y contumaz; fue el caso de aquellas a las que les arrebataron a la vez las vidas de padre e hijo, como ocurrió con la de Blas-Peñín, y la Mateos-Martínez, o se ensañaron con la esposa y los hijos después de asesinado el marido y padre, como sucedió con la Mateos-Peñín. Con especial dedicación se persiguió también a otra familia originaria de Jiménez y asentada en La Bañeza: la de Rogelio Vivas Pastor:

       Era Rogelio hijo de Francisco Vivas Cabello, el ti “Curato”, y de Ángela Pastor González; nacido en nuestro pueblo en 1897, se había radicado en la Bañeza, donde poseía una casa de huéspedes. Casado y con hijos[7], en  diciembre  de 1938 fue procesado y encarcelado en Astorga “por encubrir a un evadido de la zona roja”. Se le encontraron, al detenerlo (fue también apresada su hija Ramona) algunos efectos, como: una pieza de teatro titulada “Arriba los pobres”, y un folleto sobre el Comunismo Libertario, además de varios billetes de la “zona roja” y una nota con los 13 puntos que Negrín, el Presidente de la República, había lanzado como programa de gobierno el 1º de mayo de aquel año, materiales todos que denotaban su desafección, habiendo también, según informe de la Guardia Civil, militado y hecho propaganda de los partidos del Frente Popular antes del Movimiento, siendo multado después de este “por hablar del mismo poco favorable”. En su declaración y en descargo alega Rogelio tener un hijo, José Vivas Martínez, del reemplazo de 1933, en las filas del Ejército Nacional, en la Doce División del Frente de Madrid.

       Por los informes de la Guardia Civil y de la Alcaldía de La Bañeza sabemos que se le consideraba “peligroso para la causa”, se le da por afiliado a las Juventudes Socialistas con el número 14, y se indica que había sido ya sancionado en tres ocasiones, con las considerables cantidades de 200, 201 y 1.000 ptas.; su domicilio, se dice, “con la excusa de  ser casa de comidas, es lugar de reunión de elementos marxistas donde se comenta desfavorablemente todo lo relacionado con la Causa Nacional”. Con premura se le juzga y se le condena, el 20 de diciembre de 1938, por Auxilio a la Rebelión, a 12 años de Reclusión y a ser sus propiedades confiscadas por el Estado desde la pertinente Comisión Provincial de Incautación de Bienes de León. En enero de 1939 se encuentra en la Prisión de San Marcos, de la que se le envía a la Central de Valdenoceda, en Burgos; de aquí sale en libertad condicional en enero de 1943, después de habérsele denegado en 1940 la conmutación de la condena impuesta. En julio de 1947 es, por fin, indultado.

       Antes de que Rogelio comenzara su personal calvario en las prisiones de Franco, ya había padecido muy de cerca el de su hija, Angelina Vivas Martinez, detenida en La Bañeza el 15 de septiembre de 1936 “por palabras injuriosas contra los falangistas”: cuando de la Plaza Mayor salían dos coches de la empresa Ramos y Beltrán conduciéndolos para la capital, Angelina, de 16 años, dijo que “ojalá no vuelva ninguno”, por lo que se la ingresó en el Depósito Municipal. Del atestado de la Guardia Civil se deduce que alguien la delata; se interroga a otras tres jóvenes de similar edad y se informa ser Angelina, lo mismo que sus padres y hermanos, de ideas izquierdistas, aunque “de buena conducta en lo público y privado”. Las Diligencias abiertas se sustancian más tarde, ya en noviembre, resolviendo que “dada la edad y la incultura de la joven, su frase no puede considerarse delictiva”; sigue, no obstante, en arresto gubernativo y a disposición del Delegado de Orden público. El 18 de noviembre de 1936, todavía continuaba Angelina en la Prisión de Partido de La Bañeza. A lo largo de la Guerra, a ella y a su hermana Ramona les aplicaron varias veces el castigo, tan grato a la Falange, de cortarles el pelo por su reiterada desafección y rebeldía.

       Otra jiminiega que hubo de sufrir los injustos rigores de aquel Régimen de oprobio por lealtad a sus ideas y por su solidaridad con otros leales fue Juliana González Pastor[8]: residía en León, era cacharrera y viuda de Domingo Murciego Alonso, con quien se había casado en 1911; sabemos que tenía varios hijos, uno de los cuales en julio de 1940, cuando, con 47 años, ella es detenida, cumplía Prisión de 30 años en el Puerto de Santa María, por sentencia de Consejo de Guerra por actividades e ideología contrarias al Movimiento. Juliana había dado cobijo y refugio, desde la primavera de 1938, a un Capitán rojo, Comandante en funciones del Batallón nº 1 “Aida la Fuente” en el frente asturiano. De Juliana informan en León ser  no afecta y “persona de buena conducta particular, pero de arraigadas ideas extremistas, que con su agrado profesan también sus hijos, y muy simpatizante del funesto Frente Popular, al que ensalzaba y defendía en todas sus conversaciones desde su tienda de cacharros”.

       En abril de 1941 son juzgados por Auxilio a la Rebelión militar la jiminiega y el huido a quien socorriera. En diciembre del mismo año condenan definitivamente a Juliana a 12 años de Reclusión que en la misma sentencia le conmutan por la de 6 meses de Prisión menor, “haciendo expresa reserva de las acciones oportunas sobre sus bienes a favor del Estado”. Finaliza su prisión el 10 de diciembre de 1942.

       Prisiones por algunos días o temporadas, acompañadas muchas veces de arbitrarias multas o de requisas de bienes, (REPRESIÓN ECONÓMICA, una más entre tantas represiones) hubieron de sufrir bastantes de nuestros naturales, tildados de haber sido rojos o izquierdistas. Multas padeció Manuel Sanjuán Fernández, alfarero de 29 años entonces, escapado de su destino de ser también desaparecido, y sometidos al TRABAJO FORZADO de reconstruir la Ermita de la Vera Cruz fueron él y otros desafectos, e incluso a algunas jóvenes, amigas o novias de varios de los represaliados con cárcel o con muerte, se las obligó al encalado de sus muros. Prisión y multa también padeció Aquilino Macías Castro, barbero, de 30 años, hijo de Ángel y Modesta y esposo de Adelaida, a quien se procesa en la navidad del año 40 por Auxilio a la Rebelión a resultas de haber denunciado en octubre anterior, en la Fiscalía de Tasas, falta del peso debido en una hogaza comprada al industrial panadero de Jiménez P. R. F. El panadero, que se proclama derechista, en su defensa contraataca a Aquilino acusándolo de haber pertenecido, antes del Movimiento, a la Casa del Pueblo jiminiega, y de haber detenido, al estallar aquel, a gentes de derechas. Se olvidan las Autoridades de su fraude, y se desdice más tarde el panadero de algunas de sus acusaciones, pero sigue señalando a Aquilino como antiguo izquierdista, vocal de la directiva socialista, asistente a mítines, y persona que “patrulló durante el escaso tiempo en que el pueblo estuvo en poder de las izquierdas”; añade que “huyó al entrar las Fuerzas Nacionales, regresando a los dos o tres días, siendo detenido durante algo más de una semana”.    

       Los informes de la Guardia Civil y de la Alcaldía no le son precisamente favorables, este en especial, en el que su titular, Valentín Rodríguez, lo caracteriza a él como “afiliado a la UGT u otra cosa análoga”, y al pueblo de Jiménez como lugar en el que “había socialistas-comunistas con todas las características soviéticas”. De Aquilino señalan haberse incorporado al frente al ser llamada su quinta y haber cumplido “bastante bien su cometido” hasta su licenciamiento. El informe de quien en esos años era Secretario del Ayuntamiento y a la vez Jefe Local de Falange en el mismo, Pedro del Palacio, indica que “no practica, al parecer, los actos religiosos”. Exculpatorios, más que lo contrario, y a pesar de su descreencia, son los datos que de él aportan el cura del pueblo y un par de vecinos derechistas, y sabemos, por la declaración del encausado, que se le impuso en noviembre de 1936 el arresto de un mes, que cumplió en la Prisión de La Bañeza, y una multa de 100 pts[9]. En abril de 1942 es penado a 12 años de Reclusión, conmutados en el mismo acto por 3 años de Prisión menor, y a someterse a lo que disponga en cuanto a la incautación de sus bienes el Tribunal de Responsabilidades Políticas. En aquella fecha le señalan como fin de su condena la de abril de 1945. Parece ser que no llegó a cumplirla, seguramente en atención a haber servido durante la contienda en las filas “nacionales”, y por considerar, tal vez, que ya había sido sobrada (e injustamente, añadimos) castigado.

       Por Rebelión Militar fue también procesado, en enero de 1946, Meliano Fidalgo Sanjuán^[b], de 34 años entonces, jornalero, hijo de Patricio, de Manganeses de la Polvorosa (Zamora), y de María, de Jiménez, natural él de nuestro pueblo y vecino entonces de Sacaojos (hoy Santiago de la Valduerna), cuando se presentó a las autoridades. Había estado escondido en Manganeses, en casa de sus padres, desde los primeros días de agosto del 36 hasta 1941, en que se trasladó a Sacaojos, donde “trabajó en varios puntos honradamente”, y también algunas Campañas en La Azucarera bañezana, bajo una falsa identidad, hasta su entrega al señuelo del prometido indulto del franquismo de octubre de 1945 para los huidos.

       Por los informes político-sociales y de conducta y antecedentes que de él se emiten, sabemos que de su escondrijo, como un TOPO, solo sabían sus padres y su esposa, la cual vistió luto y pasó por viuda para simular y hacer verosímil que hubiera fallecido tras su huida. Tales informes le adjudican haber sido izquierdista significado y miembro de la Casa del Pueblo, y señalan que, por haberse ausentado, “burló el Servicio a la Patria, como lo hicieron en la Guerra los de su quinta”. Se le acusa de “haber prestado con su ocultación auxilio, en forma pasiva, a los rebeldes”. Juzgado en julio de 1946, lo absuelven del delito de Rebelión Militar que le achacaban, pero lo califican de desertor y le imponen el correctivo de 4 años de recargo en el Servicio Militar (que ya había cumplido en 1932, en las Fuerzas Aéreas de África, Base de Hidros del Atalayón, en Melilla). Lo indultan luego del recargo, pero lo condenan a cumplir en Marruecos el tiempo que sirvió su reemplazo después del Alzamiento Nacional, y como a la altura de febrero de 1947 la burocracia franquista ignora aún la fecha de llamada, el Cuerpo de destino y el tiempo que permaneció movilizada su quinta, archivan al fin las actuaciones (bastante castigo de confinamiento y privaciones había ya tenido en sus casi cinco años de enterramiento en vida).

       Como resultado de tantas y tan variadas represiones sufridas por nuestros paisanos y paisanas y por tantos otros en tantos lugares, la REPRESIÓN PSICOLÓGICA, el miedo tan ampliamente inoculado en la sociedad: miedo, unos por lo que habían padecido, y otros por lo que habían visto padecer…, miedo que en muchos casos aún perdura….

       A todas estas inocentes víctimas de tanta inmerecida represión hacemos extensivo desde aquí el Homenaje de reconocimiento y gratitud que a los represaliados de 1936 y a todos quienes padecieron violencia tributamos en nuestro pueblo el 20 de septiembre del año 2003.

     José Cabañas González