José Cabañas González Julio de 2006
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Seguimos a la espera, cuando escribo estas líneas, de la presentación ante nuestro Parlamento por la Comisión Interministerial para el Estudio de las Víctimas de la Guerra Civil y del Franquismo del hace tanto tiempo comprometido Informe que origine la tan necesaria Ley de la Memoria que venga a poner un poco de Justicia en la situación de aquellas víctimas. Entretanto, se han ido produciendo desde organismos tan prestigiosos como Amnistía Internacional denuncias del actual estado de cosas y llamamientos al Estado español para que satisfaga a las mismas las exigencias de Verdad, Justicia y Reparación que la Legislación Internacional en Derechos Humanos le impone; se ha declarado desde el Congreso este año 2006 como el de la Memoria Histórica, y se producirá el próximo día 4 de julio desde la Presidencia del Parlamento Europeo la oficial y unánime declaración institucional de condena de la dictadura franquista.
Damnificados predilectos de aquel régimen de alzados fueron los maestros, espíritu y llama de la renovación social y la regeneración nacional republicanas y contra quienes se descargó con saña una variada gama de castigos y represalias, acusados de "haber envenenado el alma popular y a la juventud con sus disolutas enseñanzas". La única víctima mortal que dejó el aciago y largo franquismo en el vecino pueblo de Castrocalbón fue, que sepamos, David Escudero Martínez, fusilado en León, a los 45 años, el día 13 de marzo de 1937, y éste era Maestro Nacional. Trataremos de saber y mostrar, según los datos que obran en el Sumario 32/37 que entonces desde el Juzgado Eventual Militar de la Plaza de León se le instruyó, qué circunstancias le llevaron en la madrugada de aquella fecha ante el pelotón de ejecución en el fatídico Polígono de Tiro de Puente Castro, en el que tanta sangre inocente entonces se vertió.
Se le somete a primeros de enero de 1937 a Juicio Sumarísimo "por el delito de rebelión militar con motivo de los hechos realizados en esta capital durante el mes de julio en contra del Ejercito Nacional"`[1], después de ser ingresado en la Prisión de San Marcos el día 6 de dicho mes. Pocos días más tarde (la "justicia" de Franco además de injusta y desmesurada era rápida, sistemática, minuciosa y eficaz) se trasladan a su Causa las acusaciones que contra él ya se habían hecho en las de otros mártires, ya por entonces asesinados legalmente, como eran las del Gobernador Civil republicano Emilio Francés y 30 más (Causa 467/36, por traición), y la 120/36, por rebelión, de los 14 encartados en "los sucesos acaecidos en la casa del Pueblo". De la primera deducen sus acusadores haber sido David Escudero Martínez Vocal de la Agrupación Socialista de León, y Tesorero en el Comité Ejecutivo de la Federación Provincial de Agrupaciones Socialistas, haber representado al Partido Socialista en el Frente Popular en los últimos días de éste, haber sido nombrado el día 19 de julio por el Gobernador Civil (todavía legítimo y republicano), junto con Félix Sampedro Jiménez, Delegado de Orden Público para la capital y los pueblos de la provincia, haber frecuentado el Gobierno Civil y la Casa del Pueblo los días previos al golpe militar, y haber formado parte de la Comisión que el día 20 visitó a las autoridades civiles y militares (Guardia Civil, Cuarteles del Regimiento y de la Guardia de Asalto, General Comandante Militar, y Base de Aviación) "para darles las gracias por la cooperación que prestaban al pueblo" y asegurarles bajo promesa que "los grupos de obreros no alterarían el orden", obteniendo a su vez de ellas el compromiso de lealtad al poder legítimamente constituido (lealtad y compromiso que al poco quebrantaron). Desde el segundo Procedimiento lo acusan ahora de haber estado en la mañana del día 20 en la Casa del Pueblo, constituido con otros responsables en sesión permanente, y de ser visto en el local donde se realizaba una Junta de la Federación Local de Sociedades Obreras.
Don David Escudero Martínez, nacido el 29 de diciembre de 1892 en Castrocalbón, hijo de José y de Ángela, de 45 años de edad en los aciagos tiempos que nos ocupan, moreno y bajo de estatura, de nariz roma, frente estrecha y pelo ya canoso, avecindado en León, Maestro en la Escuela Preparatoria del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza, la cual dirigía desde mayo de 1933, casado y con dos hijas (al menos, cuyos nombres desconocemos, al igual que el de su esposa) que seguían profesionalmente sus pasos y estudiaban en la Escuela Normal de Magisterio; había regentado hasta septiembre del año 32 la Escuela Nacional Número Uno de Niños[2] de su pueblo natal, donde había ejercido durante la Dictadura de Primo de Rivera los cargos de Presidente de la Unión Patriótica Nacional (el partido personalista y único autorizado y encabezado por aquel dictador) y Cabo del Somatén Local[3], activado y tan potenciado entonces por el Directorio Militar, como también el de Alcalde de su Ayuntamiento.
En las cruciales jornadas de julio en León, después de ser su domicilio de la calle Ramiro Balbuena registrado el día 21, sin mayores consecuencias, fue detenido en el mismo el 24 por varios falangistas, y se le mantuvo en el Cuartel del Cid hasta el día 30 en que se le trasladó a San Marcos, de donde es puesto en libertad al mediodía de la siguiente fecha, en la que, con un pase de Falange, se dirigió al pueblo de Pinilla, en cuyo término permanece hasta el 4 de agosto. En esta fecha, conociendo de su depuración y destitución como Director de la Escuela Preparatoria y sintiéndose en peligro, se esconde en una casa de Calzada de la Valdería, donde se le apresa el 6 de enero de 1937. Ya se interesaba su detención, de nuevo, el 17 de agosto, siendo entonces infructuosamente buscado, según la Comisaría de Investigación y Vigilancia, en La Bañeza y en los pueblos de sus inmediaciones, concluyendo suponerlo escondido en la Sanabria.
Muy remarcable nos resulta la trayectoria ideológica de este enseñante, adscrita hasta finales de 1933, y concordante con su itinerario vital y político hasta entonces, al conservadurismo y a las derechas, en cuya prensa fue habitual participante. Posteriormente, y tal vez por el progresivo efecto de su residencia en la capital desde el otoño de 1932, se va acercando paulatinamente a la izquierda, hasta el punto de aparecer ya en octubre de 1934, según documentos de los represores, como ligado a la Casa del Pueblo y "con gran ascendiente sobre las masas obreras"[4]. Participó asiduamente en los mítines de la campaña electoral del Frente Popular, y pocas fechas antes de la sublevación fascista fue nombrado desde el Gobierno Civil Vocal de la Junta de Protección de Menores, responsabilidad que declinó dado que sus múltiples ocupaciones le impedían atenderla (a las de sus otros cargos sumaba las profesionales: impartía clases particulares además de las oficiales, y ejercía la dirección de la Escuela Preparatoria).
Prosigue con celeridad, mientras continúa preso en San Marcos, el inicuo proceso al que Don David es sometido, alcanzándose la fecha del 13 de febrero, en que, después de haber dado días antes y por tan solo tres horas vista del Sumario al Defensor, se celebra en la Sala de Justicia del Cuartel del Cid el Consejo de Guerra. Se le acusa en el mismo, además de los cargos ya señalados (incluido el retroactivo de 1934 de "sus mensajes cerca de la Casa del Pueblo"), de formar parte de las listas de Trabajadores de la Enseñanza, de tener "facultades de organizador", y ser "gran propagandista de sus ideas socialistas" y "peligroso para el Movimiento Nacional", y de haberse disparado, según sospechas, contra la fuerza pública desde el edificio de su domicilio en la mañana del 20 de julio. Quienes habían desatado la extensa y cruel represión de la que el Maestro huye y se esconde, presentan ahora lo uno y lo otro como palmatoria prueba de su culpabilidad y desafección, y considerándolo reo del delito de adhesión a la rebelión, con la agravante de su peligrosidad social, lo condenan a la última pena. Disponiendo a la vez la sentencia, en orden a las responsabilidades civiles que lleva aparejado su "delito", la confiscación de sus propiedades y las de su familia por la pertinente Comisión de Incautación de Bienes por el Estado, condenan a aquella, además de a sufrir su ausencia, a la indigencia y la miseria.
No varió un ápice la alevosa y premeditada voluntad de los administradores de tan peculiar "justicia", convertida en instrumento mediatizado y parcial de exterminio genocida, los fundamentados alegatos y recurso del animoso Defensor (el Abogado y Sargento Habilitado de Infantería Don Carlos Álvarez Cadórniga) poniendo de manifiesto las infracciones formales y de procedimiento, el menoscabo de los Principios del Derecho y de las Garantías del procesado, y las vulneraciones de todo tipo que en el Consejo se habían dado. Tampoco alteró la planificada venganza del Tribunal el excelente y muy favorable Informe que sobre su conducta profesional, política y religiosa en sus años en el pueblo le aporta el Sr. Cura de Castrocalbón, Don Constantino Román Carracedo; ni el Inventario de la Escuela que allí regentaba hasta que en 1932 le sustituye en la misma Don Domitilo García Martínez (el mismo que muchos años después aún conocimos ejerciendo en nuestro pueblo), y que muestra como, con la vigencia de las leyes de enseñanza de la República, había "archivado reverentemente" el crucifijo, la bandera monárquica (los mismos que serían entronizado y repuesta tras el triunfo de los rebeldes) y una colección de láminas de historia sagrada; ni las doce "cartas laudatorias a su labor pedagógica" y de agradecimiento recibidas de la capital en el Juzgado, algunas de militares a cuyos hijos había preparado académicamente para su ingreso en el Instituto[5]; ni el curriculum de sus tiempos conservadores; ni el hecho de tener a sus dos yernos, mientras era enjuiciado, realizando servicios militares, ni el de contar con testimonio a su favor de quien acredita no haberse hecho fuego contra la tropa desde su casa en los altercados del día 20 de julio; tampoco movió a clemencia a la justicia el que en ella solo se le encontrará cuando a su detención se la registra, "en el mejor de sus rincones, un soberbio retrato de Don Miguel Primo de Rivera", por quien parece que aún le quedaba alguna devoción. Las evidencias señaladas pierden todo su peso, como acostumbraba ocurrir en estos remedos de justicia, ante la programada estrategia de la represión y del terror y frente al superior dictamen del Informe de conducta político social de la Guardia Civil, que es el que suele prevalecer y alcanzar (incluso en sus suposiciones, como es el caso) categoría de sentencia.
De pintoresca y trágica a la vez cabe calificar la argumentación con la que se rechaza el Recurso impugnatorio del Defensor: "en el consejo de Guerra, se dice, el Tribunal aprecia en su conciencia la virtualidad probatoria y el valor de las pruebas y diligencias, sin que dicha apreciación se determine o condicione por ninguna regla o precepto". Es lo que aquí se ha hecho. De manera igualmente soberana el Tribunal, jugando tramposa y criminalmente con el concepto "salvación de la patria" trastoca la legalidad y convierte a los leales en rebeldes fuera de la ley, de la sociedad y de la vida. Firme así la sentencia de muerte recaída, el 12 de marzo recibe el General Gobernador Militar el acuse de recibo del Secretario de Guerra. El mismo día, recibido también el enterado del Jefe del Estado, se señala el siguiente, 13, para la ejecución en el Campo de Tiro de Puente Castro, a las siete de la mañana, previa entrada en capilla tres horas antes. Designado en el Regimiento de Infantería Burgos nº 31 el piquete ejecutor, este se hace cargo del Maestro Don David Escudero Martínez, quien ya entonces se halla en la Prisión Provincial de Puerta Castillo, custodiándolo mientras está en capilla y hasta el momento de su injusto ajusticiamiento. Sus restos fueron inhumados en el Cementerio Municipal de León. Se inscribió en el Certificado de Defunción "parálisis cardiaca" como causa de su muerte.
David Escudero Martínez, Don David, el Maestro, fue una más entre las innumerables e inocentes víctimas de la barbarie. Su delito, como el de tantos, fue ser en su tiempo un ciudadano consciente, comprometido y solidario y un profesional entregado, ser "persona de ideas avanzadas", en calificativo que a él y a tantos otros tantas veces aplicaban los represores, y por lo que en tantas ocasiones y sin derecho alguno condenaron. Las injustas sentencias que desde los ilegítimos Tribunales franquistas se les aplicaron haciéndoles culpables por actuaciones no delictivas en cualquier Estado de Derecho claman hace tiempo por su pública y solemne anulación, por la oficial proclamación de que por ellas no debieron ser jamás reos de nada. Sirvan estas líneas, en tanto esta justa necesidad no se materializa, de sentido y merecido homenaje a tantos injustamente sentenciados, y a sus allegados y descendientes, y de especial manera a Don David y a sus compañeros y compañeras maestros y enseñantes, tanto y tan variada y cruelmente represaliados.
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Hemos tomado el título para este relato del reciente y magnífico documental sobre la represión en la enseñanza “La Escuela Fusilada”, elaborado por el leones Daniel Álvarez y el cántabro Iñaki Pinedo.
[1] La “justicia al revés” según alguien tan afín a aquel Régimen como Serrano Suñer, “cuñadísimo” y en gran medida su forjador, por la que los rebeldes y traidores encausaron, juzgaron, condenaron y ejecutaron a los leales y legales.
[2] La Escuela de Niños Número Dos permanecía entonces clausurada.
[3] Organización armada paramilitar auxiliar de las fuerzas del orden para reforzar el control social. Originaria de Cataluña, Primo la extendió al resto de España. Disuelta por la II República, se restablece con la Guerra Civil y de nuevo desaparece a su final. En 1945 se reorganiza para combatir a la Guerrilla. En 1978 fue anulada definitivamente.
[4] Estos “delitos” son añadidos a sus cargos, de manera retroactiva y contraviniendo también en esto los más elementales y universales Principios del Derecho.
[5] ”…siendo mi criterio y juicio personal que está dotado de especiales cualidades naturales psicológico-pedagógicas…”, manifiesta en su Informe el Sr. Cura de Castrocalbón.
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Ourense, julio de 2006.
Escribíamos lo que antecede a principios del pasado mes de julio. Pues bien, el día 28 de dicho mes, en una actuación no exenta de "nocturnidad y alevosía", por fin la Comisión Interministerial para el Estudio de las Víctimas de la Guerra Civil y del Franquismo presentó tanto su Informe como el Anteproyecto de Ley de Memoria Histórica (significativamente cambiado ahora, con respecto a lo que de dicha Ley tan legítimamente tantos esperábamos, hasta en su denominación: "Ley sobre reconocimiento y ampliación de derechos y establecimiento de medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura", ha pasado a llamarse ahora). Tampoco ha recogido el tan ansiado Anteproyecto la medida de anulación de los Sumarios del franquismo, de cuyo amplio y extendido clamor nos hacíamos eco.
Colocamos aquí algunos enlaces a páginas en las que se da cuenta de las reacciones, mayoritariamente de decepción, rechazo y frustración, que el Anteproyecto ha suscitado:
http://www.memoriahistorica.org/modules.php?name=News&file=article&sid=304 http://www.nodo50.org/foroporlamemoria/documentos/2006/ffm_30072006.htm
La reacción de Amnistía Internacional ante la aprobación del Anteproyecto de Ley en el consejo de Ministros del pasado día 28 de julio:
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AMNISTÍA INTERNACIONAL
FLASH INFORMATIVO 28 de julio de 2006
Reacción de Amnistía Internacional al Anteproyecto de Ley aprobado hoy sobre reparación a víctimas de la guerra civil y el franquismo
ESPAÑA: Un Anteproyecto de Ley tardío, decepcionante y alejado de los derechos humanos
Madrid.- En una primera valoración sobre el contenido del Anteproyecto de Ley aprobado hoy en Consejo de Ministros sobre “reconocimiento y ampliación de derechos y establecimiento de medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura”, y según la información avanzada por el Gobierno tras el Consejo de Ministros, Amnistía Internacional considera que su contenido es decepcionante, se aleja de las normas internacionales de derechos humanos, olvida la justicia, no repara adecuadamente a las víctimas y no avanza de manera sustancial en la búsqueda de verdad.
Las medidas incluidas en el Anteproyecto de Ley, según el resumen publicado en www.lamoncloa.es, son medidas de carácter meramente asistencial incluyendo compensaciones económicas parciales para determinadas víctimas, continuando así la tendencia de las últimas décadas de compensar de una manera parcial y sin mediar mecanismo alguno para determinar la verdad y obtener justicia a víctimas de violaciones graves de derechos humanos.
Por lo que se refiere a la cuestión de las decenas de miles personas “desaparecidas” o víctimas de ejecuciones extrajudiciales que aún permanecen en fosas comunes, en muchas ocasiones sin localizar, el Anteproyecto sigue la línea decepcionante de la orden del Ministerio de la Presidencia del pasado diciembre, que establecía subvenciones a particulares para la exhumación de restos, trasladando así al ámbito privado la responsabilidad del Estado de investigar los graves crímenes contra el derecho internacional que se cometieron durante la guerra civil y el régimen franquista.
En este sentido el Anteproyecto de Ley parece no tener en cuenta la responsabilidad del Gobierno español en dictar legislación y las normas reglamentarias necesarias para las actuaciones en materia de localización de fosas, exhumaciones, identificación de restos y restitución a sus familias para su inhumación.
Además enmarca la recuperación de restos en un contexto histórico y patrimonial, y no en un contexto judicial, como establecen las normas internacionales de derechos humanos para estos graves crímenes.
Con relación a los archivos, las medidas anunciadas, aunque pueden suponer alguna mejora para la conservación y localización de la información de los “archivos de la represión”, no parecen estar orientadas a facilitar a las víctimas y sus familiares el acceso a una información vital para demostrar la condición de víctima –y así poder acceder a las ayudas arbitradas- y satisfacer su derecho a conocer la verdad.
El Anteproyecto tampoco aborda la anulación de condenas dictadas tras juicios injustos. Amnistía Internacional quiere recordar que, en virtud del derecho internacional, toda violación de derechos humanos genera la obligación de proveer y garantizar un recurso efectivo. El derecho a un recurso ante graves violaciones de derechos humanos es inderogable, especialmente cuando se alega la violación del derecho a la vida.
Por todo ello este Anteproyecto, en opinión de Amnistía Internacional no solamente es tardío sino claramente insuficiente y muy alejado de lo establecido en el derecho internacional para las víctimas de graves violaciones y abusos contra los derechos humanos.
Esteban Beltrán, Director de la Sección Española, ha declarado “ después de 30 años de democracia este anteproyecto de ley no repara la deuda pendiente del Estado español con las víctimas olvidadas de la guerra civil y del franquismo. Esperamos que el trámite parlamentario logre cambios sustanciales que garanticen verdad, justicia y reparación”.===============================================================
Dos muestras "literarias" del rechazo suscitado por el Anteproyecto:
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El poema de Francisco Redondo que, como carta abierta al Presidente del Gobierno y a la Vicepresidenta y responsable de la Comisión Interministerial para el Estudio de la Situación de las Víctimas de la Guerra Civil y del Franquismo, se ha estado enviando, por quienes así han querido hacerlo, a las direcciones de correo del uno y la otra:
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Pastelear con el dolor de tantos
… el hacer las cosas bien
importa más que el hacerlas
Antonio Machado.
Excmo. Sr. Presidente del Gobierno:
Una España de rejas y cerrojos,
muertos que aún piden paz y sepultura
desde el barranco en que la dictadura
arrojó, como a perros, sus despojos,
cárceles en que velan cien mil ojos,
misas negras que ofician la tortura,
horizontes de exilio y amargura,
y el sambenito universal de “rojos”.
Un lacerante agravio sostenido,
ya tanto tiempo que parece eterno,
que prometió acabar ese Gobierno …
y, en cobarde espantada ante el tendido,
con sólo ver de la Derecha el cuerno,
hundió tanta Esperanza en el Infierno.
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Anote en su cuaderno:
Nunca el dolor de tantos debería
servir de masa de pastelería.
Consérvese V.E. bien de salud en beneficio de todos.
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El relato de Belén Meneses en el que nos habla de Palmira, una viejecita hoy, aún del PSOE, una más entre tantas y tantos de nuestros derrotados, tantas veces derrotados, una vez más derrotados, pero todavía no vencidos...
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La historia que nunca hubiera querido contar
A nuestros eternos derrotados que nunca dejaron de soñar.
Palmira está a punto de cumplir 80 años. Tenía apenas nueve cuando unos vecinos de su localidad, armados y vestidos con camisas azules, irrumpieron violentamente en su vivienda y, entre insultos, golpes y empujones, obligaron a su padre a emprender el camino del no retorno.- Tranquilos, volveré pronto.
Fueron las últimas palabras que Palmira escuchó de labios de aquel hombre al que adoraba. Jamás volvió a verlo. Ni vivo, ni muerto.Palmira era la pequeña de cuatro hermanos, todos varones. “Llegué cuando ya nadie me esperaba”, comenta divertida. Su padre, un hombre íntegro de fuertes convicciones republicanas, había sido elegido alcalde en representación del Frente Popular en las elecciones celebradas en febrero de 1936. Su madre, que durante años postergó su trabajo de maestra para dedicarse al cuidado de sus hijos, había retomado su profesión cuando la República convirtió la educación en una de sus máximas prioridades y los maestros pasaron a ocupar un papel protagonista en la alfabetización y formación del pueblo. Los dos eran personas sencillas, honestas y trabajadoras, y los dos eran socialistas.
El día que aquellos falangistas se llevaron a su padre ha quedado marcado en la vida de Palmira como el último de su infancia y el primero de una existencia presidida por el miedo y las ausencias. La desaparición del cabeza de familia fue sólo el comienzo de un dramático calvario de sucesivas tragedias, que trazaron el destino de una existencia forjada a base de penalidades. Con el corazón encogido presenció el escarnio público al que fue sometida su madre cuando, junto a otras madres, hijas, novias y hermanas de los “rojos” fue forzada a injerir aceite de ricino mientras recorrían las calles del pueblo con las cabezas rapadas y el cuerpo estremecido por el miedo y la humillación. A pesar de los años trascurridos y aunque en el cansado corazón de Palmira no queda espacio para el resentimiento, nunca ha conseguido borrar de su memoria las palabras hirientes y la miradas cargadas de desprecio de quienes tan sólo unos días antes habían sido sus amigos y vecinos. Nunca comprendió Palmira los motivos que llevaron a su madre a la cárcel, pero siempre supo a ciencia cierta que, a pesar del encierro, las vejaciones sufridas y los golpes recibidos, su madre no murió a causa de las heridas infringidas por los guardianes de la que pretendía ser la Nueva España Nacional. Palmira sabe que la pena se llevó a la mujer que le dio la vida el mismo día que fusilaron a Jacinto, el segundo de sus hijos.
Los tres hermanos de Palmira eran muchachos humildes comprometidos con los nobles ideales de igualdad y justicia social. Cada uno, a su manera y dentro sus posibilidades, luchaba para mejorar las penosas condiciones en que malvivían agricultores y jornaleros y, lo mismo que sus padres, lo hacían impulsados por unas profundas convicciones inspiradas por el partido de Pablo Iglesias, convicciones que los tres saldaron con sus vidas o su libertad. Pascual, el mayor de los hermanos, fue detenido y torturado hasta la muerte poco después de la victoria de Franco, tras caer en una emboscada de la Guardia Civil junto a una decena de guerrilleros que decidieron no doblegarse ante el monstruo del fascismo que extendía sus sangrientos tentáculos por una España, rendida, rota y resignada, dejando a sus espaldas un sangriento sendero de terror y muerte. A Palmira se la humedece la mirada cuando recuerda que su hermano murió sin poder conocer al hijo por el que tanto suspiraba, su sobrino Emilio, hoy ya jubilado, que también es socialista. Sólo el más pequeño de los hermanos esquivó a la muerte, aunque no pudo eludir las privaciones y torturas infringidas en su larga peregrinación por las cárceles franquitas, que le dejaron una precaria salud y un alma atormentada por fantasmas que le acompañaron toda su vida. Su querido Carmelo, el único superviviente de los tres hermanos de Palmira, a quien el mayor regalo que le concedió la vida fue resistir lo suficiente para ver morir al dictador.
Porque después de todo, después de una infancia robada y una juventud prohibida, después de tanta pérdida y tanto dolor, de tantos años de libertades secuestradas y miedos clandestinos; después de toda una vida de recuerdos furtivos y verdades guardadas, de tanta muerte inútil y tanto sufriendo, resultó que Franco no era inmortal. El despiadado dictador que murió matando, se consumió de puro viejo cuando los hijos universitarios de Palmira comenzaban a flirtear con la lucha clandestina contra el régimen.
En la actualidad, a Palmira le gusta acudir a las tertulias organizadas por la agrupación socialista de su localidad, a la que los viejos compañeros continúan llamando Casa del Pueblo, como en la época de la República, junto a los que desgrana recuerdos y comparte vivencias de un pasado plagado de calamidades y sueños incumplidos. Porque tal como cabía esperar, ella también hizo suyas las ideas que defendieron hasta la muerte sus padres y sus hermanos. “Con semejante herencia genética, no podía ser otra cosa que socialista”, responde Palmira cuando alguien se refiere a su filiación política.
Recientemente, en el transcurso de uno de uno de esos terapéuticos encuentros, un grupo de compañeros del Partido Socialista debatían acerca de la polémica surgida a consecuencia de la foto del presidente Zapatero ataviado con la kufiya que le colocó un joven palestino en el transcurso de un encuentro entre jóvenes socialistas, en Alicante. Alguno expresaba sus dudas sobre la oportunidad del momento y otros, la mayoría, defendían el gesto de su presidente así como su decisión de tomar partido por los débiles ante el conflicto del Líbano, mientras toda la comunidad internacional se mantenía en una prudente e impúdica equidistancia asistiendo impasibles a la masacre que el ejército israelí llevaba a cabo sobre la población civil del país árabe. Palmira, posicionada junto a los compañeros que apoyaban la postura del presidente, no ocultaba su satisfacción ante la fotografía que tanta controversia estaba levantando en el ya de por si convulso escenario político. “Este muchacho nos ha devuelto el orgullo de sentirnos socialistas”, sentenció convencida.
No era la primera vez que podían escucharse afirmaciones en ese sentido en las filas socialistas, especialmente entre los compañeros que pasaron la mayor parte de su vida bajo el yugo franquista. Comenzaron a recuperar ese sentimiento de orgullo socialista cuando, apenas 24 horas después de tomar posesión de su cargo, el recién investido presidente se apresuró a cumplir la promesa contraída con los ciudadanos y ordenó el regreso inmediato de las tropas españolas desplegadas en Irak, poniendo fin a la patética sumisión al presidente americano, eje central de la política exterior de su predecesor. Asistieron emocionados al encuentro del presidente con los republicanos españoles que consiguieron sobrevivir al espanto de los campos de exterminio nazis. Se identifican con el jefe de filas de su partido siempre que éste evoca el pasado republicano de su abuelo, simpatizan con esas declaraciones políticamente incorrectas, que le llevan a definirse a sí mismo como “rojo” y no pueden ocultar su satisfacción cuando el presidente del Gobierno de la monárquica España, sin disimular su vocación republicana, reconoce en la II Republica el antecedente de nuestro actual sistema de libertades, a pesar de su incuestionable lealtad al Borbón.
Pero hoy Palmira vuelve a sentir el amargo sabor de la derrota y la frustración, más doloroso y profundo por el agravante que supone saber que la decepción llega de la mano de los suyos. Porque después de sobrevivir a una dictadura que amenazaba ser eterna, superar una transición de pactos de silencio, de concesiones y renuncias, de sobrellevar en silencio el desengaño provocado por el olvido y el abandono de sucesivos gobiernos socialistas, después de ocho años gobernados por la derecha en los que nada esperaban y cuando estaban resignados a ser para siempre los grandes derrotados y olvidados de la historia, el joven nieto de un capitán republicano fusilado por los franquistas les prometió lo que les había sido negado por una funesta dictadura primero y por una amnésica democracia después: reconocimiento y, sobre todo, justicia. Después de tantos dramas, tantas lágrimas, tanto silencio y tanta decepción, volvieron a soñar que podía ser posible. Recobraron la ilusión y, una vez más, confiaron en los suyos. Y ahora, de nuevo, el desengaño y la frustración.
Palmira no quiere saber nada de excusas amparadas en supuestas complicaciones jurídicas, ni de restituciones meramente simbólicas perfiladas para evitar ofender a los herederos biológicos e ideológicos del régimen de Franco. Tampoco está dispuesta a permitir que un grupo de lo que llaman “notables” disponga si los nombres de sus familiares merecen el honor de figurar en el Boletín Oficial del Estado, porque de ninguna manera permitirá que se cuestione el valor de los ideales que les llevaron a defender la legalidad democrática de la República. No desea ninguna compensación económica ni necesita aparentes actos de homenajes concebidos para “restituir la dignidad de las víctimas” porque, como bien dice Palmira, “precisamente la dignidad es lo único que Franco no consiguió arrebatarnos”. Entre sus aspiraciones no se encuentra la pretensión de querer vengarse de nadie, ni desea resucitar ningún fantasma del pasado, ni erosionar la pretendida reconciliación pactada en la transición. Palmira sólo aspira a obtener la justicia prometida para su padre impúdicamente sepultado en alguna anónima cuneta de algún camino perdido; para su madre humillada, torturada y encarcelada; para Jacinto, Pascual y Carmelo que pagaron con sus vidas y su libertad el delito de defender las libertades conquistadas por el pueblo. Justicia con ella misma que después de la trágica pérdida de su familia fue obligada a sobrellevar una existencia marcada por el estigma de una injusta derrota y justicia con todos los compañeros que, guiados por sus anhelos de libertad, mantuvieron viva la llama de la democracia más allá de los límites humanamente exigibles.
Es imposible encontrar en los expresivos ojos de Palmira algún signo que denote ese resentimiento que los sectores próximos a la derecha atribuyen a todos los que se esfuerzan por rescatar del olvido la memoria secuestrada de los vencidos. Tampoco de sus labios escapa reproche alguno; ninguna reprobación hacia el compañero en quién había depositado su más sincera confianza. Ninguna crítica hacia esa ley de memoria histórica que en su largo recorrido de más de dos años ha perdido hasta el nombre, arrasando con las últimas esperanzas de obtener lo que en tantas ocasiones les ha sido negado. Tan sólo tres palabras pronunciadas con la voz apagada, casi imperceptible, permiten adivinar el desencanto de quién se ha topado de bruces con el final de una ilusión, de quien tiene la certeza de que el destino no le concederá el tiempo suficiente para ver reparada la injusticia de haber sido forzada a vivir una vida que nunca debía haber sido la suya. Tres palabras que expresan la amargura de la última oportunidad perdida, del último sueño incumplido: “Nos lo prometió”.